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Terminator: Destino oculto

Apostando por el poder de la nostalgia, para salvar a la decadente franquicia, James Cameron regresa como productor y coescritor, haciendo lo propio para intentar enderezar el retorcido camino que tomó la saga a la que dio vida en 1984.

Apostando por el poder de la nostalgia, para salvar a la decadente franquicia, James Cameron regresa como productor y coescritor, haciendo lo propio para intentar enderezar el retorcido camino que tomó la saga a la que dio vida en 1984.

Trabajando como uno más de los personajes que retroceden en el pasado para cambiar el futuro, Cameron y compañía, dan un salto hacia atrás para eliminar las tres deplorables secuelas (Terminator 3: La rebelión de las máquinas, Terminator: Salvación y Terminator Génesis, 2003, 2009 y 2015 respectivamente) e iniciar con un borrón y cuenta nueva.

Lo que esto significa también, es que, en los primeros minutos de la nueva entrega, todo el esfuerzo que hicieron en su momento Sarah Connor (Linda Hamilton), Kyle Reese (Michael Biehn) y el mismo Terminator (Arnold Shwarzenegger) por mantener a salvo la posibilidad de un futuro protegido por John Connor, es tirado por la borda.

El futuro que se intentó proteger y/o evitar ya no existe, al parecer una divergencia en la línea temporal, de las cuales a este tipo de narrativas les encanta utilizar, ha cambiado todo, pero a la vez no ha cambiado nada. El futuro sigue siendo un apocalipsis creado por máquinas asesinas que han diezmado a la población mundial. Solo ha cambiado el nombre y la fecha, ya no se trata de Skynet como punto de origen de la rebelión de los electrodomésticos, ahora es Legion (lo cual debe escucharse más aterrador, supongo) y la fecha del futuro se mantiene sin ser especificada (para evitar llegar a la fecha real en un mundo que en realidad no ha cambiado tanto, supongo).

Así pues, todo este esfuerzo por borrar lo sucedido, eliminar las secuelas, hacer inútiles las dos primeras entregas, termina siendo para reutilizar la trama de la primera (y la segunda) una vez más. Sí, un nuevo Terminator, modelo mexicano en esta ocasión (Gabriel Luna), es enviado del futuro para acabar con una mujer que amenaza el dominio de la inteligencia artificial. La mujer en cuestión es Dani Ramos (Natalia Reyes), trabajadora en una ensambladora de automóviles en las afueras de la Ciudad de México. Exactamente como en la primera película, alguien es enviado del futuro para protegerla, Grace (Mackenzie Davies) una humana “modificada” con partes cibernéticas para poder hacer frente a la amenaza del Terminator Rev9, que es una combinación de los dos modelos previos, exterior líquido, capaz de metamorfosear, como el T 1000, con esqueleto metálico indestructible e independiente como el T 800.

Si la única apuesta en esta “tercera” (sexta) entrega es un regreso a las bases, con una trama refrita y recalentada, algo nuevo tendría que ofrecer para que el público esté dispuesto a comprar palomitas. La novedad, aparentemente, es un reparto femenino que exhibe a mujeres poderosas (y “empoderadas”) capaces de luchar contra un Terminator frente a frente, y tomando las riendas de sus propios destinos. Esto, en sí, es un mensaje positivo, que no tendría nada de malo si no fuera utilizado tan descarada e intencionalmente como un puro ángulo comercial y punto de venta.

El supuesto mensaje feminista, recordemos que el guion e historia original fueron escritos por seis hombres, se viene abajo en el momento en que las tres invencibles mujeres requieren la ayuda de un hombre (aunque se trate de un robot), encarnado una vez más por Arnoldo, durante el clímax de la cinta.

Con un guion deficiente, diálogos irrisorios, malas actuaciones, una dirección que se cobija detrás de los efectos especiales y que en realidad no logra presentar una sola secuencia de acción memorable, Destino Oculto no ofrece absolutamente nada nuevo. Por el contrario, desperdicia la oportunidad de reunir a los personajes con sus actores originales (35 años después), encajonándolos dentro de un modelo por demás desgastado y una trama disfrazada de consciencia social y feminismo, sin un verdadero sustento.

Por el momento la taquilla parece haber hablado, y a juzgar por los resultados, ni Sarah Connor ni cualquier modelo del Terminator, podrán decir “I’ll be back” en el futuro próximo.

El autor es editor y escritor en Sadhaka Studio.

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