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Presidentes y salud mental

¿Cuál es la salud mental de los recientes presidentes de México?, me hice esta pregunta y no encontré una respuesta.

¿Cuál es la salud mental de los recientes presidentes de México?, me hice esta pregunta y no encontré una respuesta. Ni tendría por qué, excepto por la característica humana que es el narcicismo, misma que cuando domina se le califica como una personalidad trastornada. Para ser presidente se necesita una sólida base narcisista, pero eso mismo hace que se cuelen narcisistas patológicos. Por narcicismo entendemos que la persona se siente superior al resto del mundo y solamente le gusta rodearse de quienes perciba como exitosos. Hemos tenido presidentes con un narcicismo enfermizo, fallido, por decir lo menos. Hay narcisistas muy inteligentes con éxito, y otros que patéticamente se imaginan superiores, pero no logran serlo. Fox no tiene foxistas, pero él se aplaude, se muestra como un intelectual contratando a gente famosa para parecerlo, narcicismo fallido, patético. Hasta a los panistas les estorba. El genio ha sido Salinas, una inteligencia realmente superior con un narcicismo exitoso que no necesita reconocimiento público, con un toque de sicopatía como para poder ser absolutamente indiferente a la crítica. Peña es un narcicismo fallido a ojos de todos, pero él vive con la certeza de que él es superior y así actuará. A él la inteligencia no lo ayudó mucho, pero su narcicismo y actuación de su propio personaje lo salvaron seis años, ahora prefiere disfrazarse para esconderse detrás de él. “Yo no tengo la culpa de ser guapo”, decía. Su certeza de superioridad le permitía hacer espectáculos como su discurso en inglés o sus lecturas favoritas y quedar como si nada. Peña atravesó como rinoceronte en la cristalería política neoliberal y salió impecable, mientras los demás hacen rabietas él se la pasa bomba. Si Peña era un presidente narcisista sin ideología, sin ideas originales, Calderón fue un narcisista convencido de sus propias ideas, por encima de la crítica de la mayoría, su narcicismo lo mete a las redes para mantenerse vigente ante la mirada colectiva. AMLO es el narcicismo más modesto de todos ellos, si se puede hablar de modestia en el narcicismo. Ganó frente a un candidato, Meade, que carecía de esa dosis de narcicismo necesaria para convencer como líder, parecía elegido a propósito para perder. Anaya presentaba un narcicismo fallido y frívolo, su superioridad imaginaria lo dejó solo. Si AMLO no tiene el éxito suficiente, para una mayoría, habría terreno fértil para que surgiera un personaje con un gran narcicismo basado en propuestas de derecha argumentadas en la necesidad de orden, autoridad y privatización, un Bolsonaro. Si hablamos de presidentes extranjeros hay que resaltar que padecemos el patológico narcicismo de Trump y que en Mújica de Uruguay tuvimos, y tenemos, un modelo de balance en la personalidad con gran inteligencia. Un trastorno mental en un presidente es inviable, excepto en los trastornos de la personalidad narcisista y sicopática.

* El autor es siquiatra y ejerce en Tijuana.

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