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Pasividad absoluta

Con mucha más frecuencia de lo que creemos, las acciones y agresiones fatales contra la población en el país, resultan en un alto número de ejecutados en un mismo evento. 

Por el derecho a la libertad de expresión.

Con mucha más frecuencia de lo que creemos, las acciones y agresiones fatales contra la población en el país, resultan en un alto número de ejecutados en un mismo evento. El cómo, cuándo y dónde del ajusticiamiento tumultuario no importa, este se puede dar en cualquier lugar. En ocasiones es un sitio lejano a las autoridades policíacas, y en otras, es en el mismo vecindario que rodea a la dirección de policía o cuartel. Ya no hay distancia que deba ser tenida en consideración por los sicarios, ya no le temen a nada porque ellos son el poder. Por consiguiente, siempre estamos a la espera de que pueda suceder alguna fatalidad, en la familia o nuestras amistades.

El cobarde asesinato de 11 personas en el poblado de Salvatierra, Guanajuato, cometido por sujetos con armas de alto poder, refleja y refrenda la inseguridad y la impunidad que reina en nuestro país. Los asesinatos ya no nos sorprenden, los esperamos diáriamente. Podremos no saber quién será la siguiente víctima, pero en un lapso breve lo estaremos conociendo. Son tan cotidianos los asesinatos, que, hasta nuestro vecino más respetado, podría ser el sicario actuando por contrato. De la misma manera, podríamos pensar que el ser sicario significa una entrada de dinero abundante, pero según los datos que se ofrecen en las escuetas informaciones que liberan las autoridades policiacas, los pagos por asesinar son a veces ridículos. En otras palabras, no solo se ha devaluado el factor sorpresa de las ejecuciones, sino que son tantos los ejecutados, que cualquier dato sobre la escena del crimen se ha repetido muchas veces.

Lo que no deja de sorprender son las afirmaciones que hace López Obrador, de los asesinatos múltiples que nos duelen a todos los mexicanos. Cuando se expresa sobre ellos lo hace con una tranquilidad que enferma. Pareciera que está leyendo la lista del mandado, que repasa para que no se le olvide nada. No hay en su rostro muestras de molestia, de preocupación, de indignación, ni de exasperación. Su discurso sobre el tema es frío, lacónico y con un dejo de indiferencia que indica que ya quiere pasar a otro asunto. Su posición como jefe máximo del país, no da paso a la búsqueda de soluciones y delega a la fiscalía en cuestión, las indagatorias y el destino hacia el olvido que siempre toman. No da, López Obrador, una alternativa hacia el enfrentamiento a este clima de excesiva violencia y agresiones a las comunidades del país. Si las familias están siendo desplazadas de sus poblados, si sus bienes y los productos cosechados con el esfuerzo de los progenitores y sus descendientes, pagan impuestos extras al crimen organizado, no parece preocuparle, si los jóvenes de ambos sexos son reclutados al estilo de la leva, e integrados a los organismos criminales, tampoco le afecta. Estamos viviendo un régimen de pasividad absoluta, que no reacciona ante lo inadmisible y no levantará un dedo en la defensa de los agredidos.

Esta actitud de escasa solidaridad social, es la misma que todos los aspirantes a puestos de elección popular están manifestando. Ninguno ha dado muestras de estar al tanto de las tragedias que vivimos en México. No dan su punto de vista sobre la altísima criminalidad que padecemos. No comentan nada al respecto, porque de hacerlo de manera honesta y verídica, podrían caer en el error de que, de manera indirecta critiquen la pasividad de su máximo jefe. Los candidatos son ciegos, sordos y mudos a la hora de expresar sus opiniones sobre el clima de inseguridad e impunidad, que las actuales autoridades policíacas de cualquier nivel, así como las fuerzas armadas, la Marina y la Guardia Nacional evitan combatir. Sin que seamos las grandes mentes brillantes, podemos aseverar, que la solución a la desgracia criminal que vivimos, no vendrá de los funcionarios electos, ni de los designados, ni de los responsables de darnos la seguridad social. Tendremos que ser los ciudadanos de a pie, los que salimos a trabajar, los que nos gastamos las energías para sufragar nuestras necesidades, los que nos brindemos seguridad que merecemos. Los actuales funcionarios y los que vengan, solo pensarán en cómo allegarse los recursos financieros durante sus administraciones. Lo demás no les interesa. Vale.

* El autor es licenciado en Economía con Maestría en Asuntos Internacionales por la UABC.

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