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No somos ‘baja’

“…El caso es que desde hace varios años se ha estado utilizando el término ‘baja’ para designar a esta península noroccidental de México, y a sus dos entidades federativas, sustrayéndoles sin más su denominación legítima y original: California.

“…El caso es que desde hace varios años se ha estado utilizando el término ‘baja’ para designar a esta península noroccidental de México, y a sus dos entidades federativas, sustrayéndoles sin más su denominación legítima y original: California. Parece ser que el vocablo, indicativo de disminución, pérdida e inferioridad, se presta mejor a ciertos usos de índole turística, comercial y deportiva, tanto como a ciertos propósitos aún inconfesados” (José M. Lomelín Casas). Su uso se ha extendido hasta las mismas autoridades que sin el menor rubor utilizan el término “baja” para usos oficiales. Los dos últimos gobernadores entregan uniformes a los deportistas que nos representan nacional o internacionalmente, con uniformes que llevan el “soy Baja”. Lo mismo sucede con algunas camionetas del estado que lo anuncian en sus costados. Los gobernadores y funcionarios corean porras con los deportistas, ¡soy baja! Escuchamos en una ocasión, ante los distribuidores de libros gratuitos y funcionarios de Conaliteg y funcionarios educativos de otros estados, cuando el actual secretario de Educación Estatal, decía que esta es la región de ¡calibaja! (sic). Y en las obras que realiza la Cespt en Playas de Tijuana, a la orilla del mar en lo que queda del parque México, se encuentra el anuncio de la obra con el nombre de: ¡Baja Norte! En Baja California Sur, se producen muchos casos similares, a pesar de la ley que decretó el gobernador (ese sí) Alvarado Arámburo (1982). Varios establecimientos y organismos llevan en su sinrazón social el execrable calificativo. Y hubo algún funcionario que propuso que de plano el Estado se denominara Baja Sur (obvio es decir los calificativos que recibió, por tamaña idea).

Si existe algún lugar en el mundo que legítimamente debe llevar el nombre de California, es la parte Sur de nuestra península. El pasado jueves, a iniciativa de la sociedad de Historia de Tijuana, se reunieron 35 organizaciones civiles, la mayor parte dedicadas a la promoción cultural, histórica o de servicios. Acordaron exigir a las autoridades y a los comerciantes, respetar el nombre de nuestro Estado en contra del ilegal, absurdo, e irreverente, uso equívoco de “baja” producto de la ignorancia, el colonialismo cultural, el sometimiento al mercantilismo norteamericano y la mala fe. Debo decirles que de inmediato, así como las ranas de la célebre fábula, que pedían a la garza, habituada a comérselas, que fuera su rey, en una abyecta y parecida manifestación, se pronunciaron en las redes sociales, criticando la acción de la Sociedad de Historia. Le criticaron enjundiosamente, de no ocuparse de los verdaderos problemas de Tijuana. Están equivocados nuestros frívolos y superficiales criticadores. Los firmantes son académicos, funcionarios, profesionales y activistas sociales que saben qué tan importante es luchar por la justicia social (ellos sí en la vida real) y por nuestro legado cultural. Elementos ambos, que nos dan: Sentido de pertenencia e identidad.

* El autor es catedrático de la Universidad de Tijuana, Cronista de la ciudad.