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México en llamas, BC ardiendo

Tres días después del artero asesinato de los sacerdotes jesuitas Javier Campos Morales y Joaquín Mora Salazar en Chihuahua y luego de un par de masacres en el país que dejaron docenas de muertos, de tomas de carreteras, de corretizas y humillaciones reiteradas al glorioso Ejército Nacional, así como de la confirmación oficial de una inflación galopante que amenaza con crecer, antecedida del anuncio de un incremento en las tasas de interés bancarias, el presidente López Obrador decidió irse a tirar el estrés en el campo de beisbol.

Tres días después del artero asesinato de los sacerdotes jesuitas Javier Campos Morales y Joaquín Mora Salazar en Chihuahua y luego de un par de masacres en el país que dejaron docenas de muertos, de tomas de carreteras, de corretizas y humillaciones reiteradas al glorioso Ejército Nacional, así como de la confirmación oficial de una inflación galopante que amenaza con crecer, antecedida del anuncio de un incremento en las tasas de interés bancarias, el presidente López Obrador decidió irse a tirar el estrés en el campo de beisbol, presumiendo en las redes sociales que su equipo le ganó al del IMSS a pesar de que traían “cachirules”. Así la sensibilidad y empatía presidencial.

En Baja California, en estas mismas fechas, funcionarios de la fiscalía general de Justicia del Estado son involucrados en un par de hechos delictivos, uno de ellos detenido al intentar pasar 30 kilos de metanfetaminas a Estados Unidos. Como en varias partes del país, los muertos, extorsiones, feminicidios, robos y secuestros se acumulan en Tijuana y Mexicali, mientras la gobernadora Marina del Pilar Ávila recibe “corcholatas” y entrega un día sí y el otro también, tarjetas bienestar por aquí y tarjetas bienestar por allá, hace Facebook live desde su camioneta y reparte querencias y besos por todos lados.

Las denuncias públicas contra algunos de sus funcionarios comienzan a multiplicarse y crecen las sospechas por licitaciones “a modo” para empresas consentidas y adjudicaciones directas a proveedores “maruchan”, al tiempo que se agudizan las diferencias con al menos un par de alcaldesas y los conflictos internos en su gabinete en el área de seguridad comienzan a trascender. La madrugada de ayer viernes, otro multihomicidio despierta a la ya de por sí ensangrentada Tijuana que sigue consolidándose como una de las ciudades con más ejecuciones en el mundo.

Y si México está en llamas, en Baja California, por si no se ha dado cuenta, el rancho está ardiendo.

Pero a nuestros flamantes gobernantes poco les importa. Unos ocupando sus tiempos para retar las leyes electorales y la Constitución promoviendo a diario sus “corcholatas” o bien, como un ejercicio diario, tratando de justificar su evidente incapacidad de gobierno al culpar de todo al pasado, cuando ya arrastra su propio pasado reciente.

Para el presidente López Obrador no hay ni siquiera responsables en su gobierno, sólo existen culpables en el pasado. Con una facilidad asombrosa, sin réplica alguna, lanza culpas y ahora, a casi cuatro años de asumir la Presidencia, responsabiliza a las autoridades locales de la inseguridad y los homicidios que rebasan ya los 121 mil en lo que va de su administración.

Otros, más jóvenes y siguiendo el ejemplo presidencial, ponen oídos selectivos a los reclamos de una sociedad que poco a poco se empieza a desencantar y descubrir que, una vez más, los engañaron. Que en lugar de soluciones volvieron a venderles espejitos, lentejuelas y fuegos artificiales. La impunidad y la corrupción prevalecen, la opacidad brilla en los contratos para los amigos y prestanombres, el crimen organizado sigue infiltrado tanto en las corporaciones policiacas de todos los niveles como en la, aduana, la Guardia Nacional, la Marina y el Ejército.

Las carreteras del Estado y las calles de las ciudades están destrozadas, no hay obras y sí, en cambio, mucho derroche, ostentosidad, complacencia y complicidad. La transparencia y rendición de cuentas siguen siendo mitos que quieren hacerlo ver como una realidad cada miércoles por la mañana con preguntas a modo y, cuando no les acomoda, respuestas cortas y evasivas, eludiendo la responsabilidad con discursos repetitivos, ambiguos e imprecisos, al crear su propia realidad virtual, entre abrazos, besos y querencias multiplicadas en Tiktok y videochats.

Baja California está ardiendo y amenaza con ponerse peor en materia de seguridad si el fiscal general Ricardo Iván Carpio y el secretario de seguridad ciudad, general Gilberto Landeros Briceño, no superan sus diferencias y se ponen a trabajar en equipo. Su rivalidad comienza a permear en la tropa y eso no es bueno para nadie. Recuerden que ya el presidente López, en un escape más de su lista de responsabilidades, se lavó las manos y culpó a las autoridades locales de no atender los asesinatos que, dijo, son del fuero común.

Vamos a ver qué tanto se escuchó el mensaje que, aunque iba dirigido a la gobernadora panista de Chihuahua, Maru Campos Galván, debió pegar en la mera frente de Marina del Pilar Ávila Olmeda y quien seguramente, para no molestar al señor de los abrazos, no se atreverá a responderle y exigirle se ponga a trabajar y deje sus prácticas de bateo para mejores tiempos. Hoy, con México en llamas y Baja California ardiendo, no son los mejores.

*El autor es Periodista con 45 años de experiencia, licenciado en periodismo, asesor en comunicación y marketing político, consultor de medios.

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