Los espacieros mexicanos de Carlos Olvera
En los años sesenta del siglo XX, algo se cimbró a lo largo y ancho de la cultura mexicana. Lo experimental fue el paradigma de moda y a experimentos de toda especie se dedicaron los jóvenes representantes de la literatura, el teatro, la danza, el cine, las artes visuales y la música hecha en nuestro país.
En los años sesenta del siglo XX, algo se cimbró a lo largo y ancho de la cultura mexicana. Lo experimental fue el paradigma de moda y a experimentos de toda especie se dedicaron los jóvenes representantes de la literatura, el teatro, la danza, el cine, las artes visuales y la música hecha en nuestro país. Se trataba de crear un arte nuevo, al día, lleno de sorpresas y paradojas, pero esencialmente se hacía como una mezcla creativa de todos los elementos culturales que estaban a disposición de los artistas de aquellos tiempos: lo culto y lo popular, lo anacrónico y lo vanguardista.
En la literatura se empezaron a escribir novelas donde nada sucedía o donde todos los tabúes de la sociedad mexicana se rompían a la menor provocación. La realidad se transformaba en fantasía y viceversa. La única norma establecida es que eran ahora los jóvenes autores nacionales los que llevaban la batuta de los cambios artísticos, los que tenían la palabra y la utilizaban con una libertad inusitada, para escándalo de las autoridades políticas, empresariales y religiosas de su época. Tal liberación no la detendrían ni el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, ni las cámaras de comercio, ni las sociedades pías.
En ese contexto hay que leer hoy en día una novela de ciencia ficción como Mejicanos en el espacio, escrita por el chihuahuense Carlos Olvera (1940-2013) y publicada por la editorial Diógenes en 1968 como parte de un concurso de primeras novelas. Olvera se definía como un individuo “gordito y no muy alto. O sea, que por fortuna, no soy distinto ni raro ante mis coterráqueos. Me enojo porque casi nadie cree en los ovnis, o porque quieren rapar melenudos o porque pretenden uniformarlos. Eso sí que no. Entre mis numerosos ídolos están Manuel Valdés, Rius, Jodorowsky, Bertrand Russel, Cuevas, el Che y Charlie Brown. Nací en los cuarenta y estudio en la Escuela de Filosofía y Letras de Toluca, donde vivo”.
Mejicanos en el espacio es una de las novelas esenciales de la literatura mexicana del siglo XX. No trata sobre la Revolución mexicana. No acata las reglas del buen decir de la prosa castellana. No se viste de galas culteranas sino de referencias a la cultura pop. Su interés básico es contarnos la historia de la destartalada nave espacial MCM-777 Zaragoza, que recorre el sistema solar para explorar las lunas de Júpiter y así llenar de orgullo a los mexicanos en casa. Una nave cuya tripulación, en sus usos y costumbres, es un reflejo preciso de nuestro país. En ella hay fayuca, mordidas, compadrazgos, francachelas, inconformidades y simulaciones. El porvenir, para Olvera, es igualito al presente en que vivimos. Su protagonista, el teniente Raúl Nope, sale al cosmos sin dejar de ser el mexicano con j que es en sus prejuicios y jocosidades. Esta novela, según Olvera, es un experimento en marcha: “No sé a ciencia cierta lo que sea este libro, porque siempre he querido escribir ciencia ficción y aquí solamente se esbozan las circunstancias que pudieran hacerlo aparecer dentro del género. Es más bien una especie de anticipación colocada dentro de nuestra particular visión de las cosas, sin discriminar los elementos familiares a nosotros ni descartar las posibilidades mejicanas de saltar al cosmos”. Los personajes de nuestro autor “son intrépidos y arrojados, audaces y galantes; pero, sobre todo, son de acá” y él los llama no astronautas sino “espacieros”, los locos mexicanos que tienen las agallas de aventurarse por el cosmos y hacerse un lugar en tales lejanías para gloria nacional.
Pero la exploración espacial es sólo el pretexto que usa Olvera para hacer una crítica humorística –“siempre estoy con ganas de bromear”- de nuestra sociedad, sus ritos y creencias, sus fanfarronerías y obstinaciones. No importa a qué planeta lleguen estos “espacieros”, su conducta libérrima y su lenguaje desparpajado sirven para contrastar el planeta que han dejado atrás con las costumbres de los mundos con los que deben convivir. Aquí el sistema solar es visto como un negocio redondo, donde todos buscan obtener poder o hacer fortuna. El futuro que nos presenta Mejicanos en el espacio está siempre al servicio del mejor postor, es un robo en despoblado hecho a nombre de la civilización terrestre, es una carrera de conquista bajo el estandarte de la codicia humana. Así, detrás de la ironía narrativa se asoma el rostro del abuso y la explotación. La cara brutal del porvenir que nos espera.
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