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¿Llegó el fin de los partidos políticos?

En Baja California estamos ante una situación en la que los partidos políticos casi pueden desaparecer de la escena por varias razones, pero entre ellas hay dos fundamentales.

En Baja California estamos ante una situación en la que los partidos políticos casi pueden desaparecer de la escena por varias razones, pero entre ellas hay dos fundamentales. La primera es que después de tres elecciones consecutivas, la mayoría de los partidos han quedado fuera de los cargos públicos. Y la segunda, es que las iniciativas de ley propuestas por Bonilla para reducir o eliminar el financiamiento público, los puede arrojar definitivamente a la calle, por decirlo de esta forma.

Esta es la primera vez en la historia local que sucede que un partido, como es en este caso Morena, gane todos los cargos en el gobierno y el resto de los partidos queden en una posición completamente marginal, o tan sólo con algunos lugares de representación proporcional. La situación es muy parecida a los primeros años de la fundación del estado, cuando dominaba la hegemonía del PRI, aunque ahora es más grave.

Los partidos no han salido simplemente derrotados en las tres últimas elecciones, como tiende a creerse por algunos líderes políticos que recurren a frases como estas: “así es la democracia”, “se gana y se pierde”, etcétera. No, los partidos han sido barridos y aplastados por la votación de Morena tres veces seguidas, sin obtener ninguna posición en el aparato de gobierno y, lo más importante, con una diferencia de votos abismal entre el ganador y los perdedores.

Claro que los partidos pueden reconstruirse, pero ese proceso no es inmediato o de un día para otro, puede llevar mucho tiempo, especialmente porque no es lo mismo actuar en condiciones de competencia política que bajo el papel asfixiante que puede tener Morena y sus gobiernos para impedir que esos partidos se reconstruyan.

Hay partidos que por estar simplemente fuera del gobierno ya no podrán funcionar o no podrán reconstituirse fácilmente, como puede ser el caso del PRI. Otros por haber perdido el registro como son el caso del PBC y el PRD, incluso el PT que está aliado a Morena. Sólo queda el PAN que está muy diezmado, con porcentajes menores al 20 por ciento en su votación, y por otro lado el MC que se mantiene con votaciones muy reducidas (entre el 3 y el 4 por ciento).

Para unos, sobre todo para los ganadores, pero también para otros grupos y sectores de la sociedad que han colocado a los partidos políticos en el peor lugar, la situación de BC es envidiable. Pero evidentemente no lo es, porque la debilidad de los partidos fortalece la hegemonía de Morena, desaparece los contrapesos y reduce la expresión de la pluralidad política, como en la época de la hegemonía del régimen priista.

A esta grave situación en que han quedado los partidos, hay que agregar la iniciativa de ley de Bonilla de unos meses atrás con la que le redujeron más del 50 por ciento del presupuesto a los partidos locales, a la que se agrega ahora una nueva propuesta para “suprimir” el financiamiento público a los mismos.

La propuesta de eliminar el financiamiento público a los partidos es una de esas ideas que alcanzan casi el delirio entre la población, incentivando la condena casi generalizada para que ninguno de ellos reciba un centavo de parte del gobierno. Sin embargo, no obstante ser justa esta propuesta, se olvida que el origen del financiamiento (desde la reforma de 1977) era dotar de equidad las contiendas electorales, mejorar la competencia política y ayudar a una nueva fisonomía del sistema de partidos.

El asunto es complejo. Pero lo que debe enfrentarse es cómo reducir los “costos” de nuestra democracia electoral, el dinero de las campañas electorales y un tipo de financiamiento que no se corresponde con la actuación de los partidos que tenemos, con el alto abstencionismo que prevalece que hace que el voto en nuestro país sea uno de los más caros (3.3 dólares por voto) en el mundo.

Hay que corregir este punto, pero es necesario diferenciarlo de las actitudes “anti partido” que existen, como ahora la tiene Morena y sus gobiernos populistas, que proponen cortar el presupuesto a los opositores cuando ellos están en el gobierno y, algo fundamental, cuando ellos, desde el gobierno, mueven a sus electores sin necesidad de tener un partido político.

Morena y sus líderes locales y nacionales no se han revelado como proclives a un nuevo sistema de partidos políticos, por el contrario, de acuerdo a la narrativa de AMLO, lo más conveniente para el país es que los partidos desaparezcan y que en su lugar haya un líder carismático que represente al pueblo o sus intereses. En este esquema los partidos salen sobrando.

Pero obviamente no es así. Por más que los partidos estén profundamente desprestigiados y actúen como máquinas que persiguen el poder, son un mal necesario para impedir que gobierne una dictadura o un gobierno autoritario que se escuda en el pueblo.

*El autor es analista político.

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