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Las dos Guadalupes

Crecí educado en la fe católica, provengo de una familia profundamente religiosa en la que de la manera más natural se convivía diariamente con un sólido sesgo ético-religioso... 

Crecí educado en la fe católica, provengo de una familia profundamente religiosa en la que de la manera más natural se convivía diariamente con un sólido sesgo ético-religioso fundamentado en las enseñanzas de nuestra fe; parte de mis mejores recuerdos de la infancia y adolescencia son acompañados del Padre Manuelito, del Padre Paco, del movimiento Brigadista y durante años, tantos como más de 30, de la célula que conformamos, Jorge Lozano, Pancho Méndez, Miguel Torres un servidor y en últimas fechas Arturo Ybarra. La vida me obsequió el inmenso regalo de descubrir ideas de muchos otros y confrontarlas con las mías; ha sido en muchos sentidos un viaje maravilloso, las dudas siempre son más que las certezas, pero encuentro en la posibilidad de confrontarlas un ejercicio liberador e inherente a mi naturaleza.

Hace unos días tuve la oportunidad de regalarle a tres amigos el libro de Hernán Cortes de Juan Miguel Zunzunegui, texto que recomiendo si lo que usted quiere es un breve pero magníficamente documentado relato biográfico del genio que encabezó la conquista de los territorios que conformaron la joya de la corona española en América, la Nueva España. Cortés era extremeño, es decir provenía de la provincia de Extremadura, región en la que desde 1322, se inició el culto a la Virgen de Guadalupe, no es ajeno que el mismo fue justo al inicio del movimiento que en aquella región los reinos que componían lo que hoy es España, luchaban en contra de la invasión musulmana en la península, ¿no se ha preguntado por qué la imagen de la misma está sobre una media luna, símbolo del Islam?

Las similitudes entre ambas, la extremeña, que recibió su nombre por aparecerse en la Sierra de Guadalupe, y la nuestra son numerosas: ambas se le aparecen a un hombre humilde en un monte en medio de peñascos, las dos solicitan lo mismo: la construcción de una iglesia, en ambos casos la autoridad religiosa no le creyó al enviado, en ambos relatos los dos testigos tienen un pariente gravemente enfermo, que justo después es milagrosamente sanado, ambas apariciones cuentan con una prueba hecha “sin intervención humana” allá consistió en una escultura de una imagen, le llaman “la Morenita de Villuercas” por estar cercano el lugar de su aparición, a un pueblo con ese nombre. En nuestro caso “la Morenita del Tepeyac”. Es España el primer relato escrito aparece hasta 1440, 118 años después, en la Nueva España no fue sino hasta 1648, esto es ciento diecisiete años después.

Es claro que nuestro culto a la guadalupana es un ejercicio importado por los más de 1,500 extremeños que llegaron junto con Cortés durante los años subsecuentes a la caída de Tenochtitlan; no cabe duda de que el milagro de su aparición ha marcado nuestra consciencia colectiva y nos ha definido en cierto grado como nación; es este sin lugar a dudas el milagro más importante del movimiento guadalupano; sin embargo, y lo digo con el mayor de los respetos, ello no implica que necesariamente sea cierto.

De Zumarraga, del Tepeyac, del Nican Mopuhua, de Tonatzin, Juan Diego, el ayate, de Marcos, el indígena autor de la pintura, de las “milagrosas imágenes en sus pupilas” y muchas cosas más podemos hablar detenidamente. Nos vemos más adelante.

*- El autor es empresario, ex dirigente de la Coparmex Mexicali.

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