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La vida no vale nada 2ª parte

La semana pasada hablábamos de que la vida no vale nada, por el ejemplo del americano que secuestró a sus hijos en Estados Unidos y los vino a asesinar a Rosarito, México

La semana pasada hablábamos de que la vida no vale nada, por el ejemplo del americano que secuestró a sus hijos en Estados Unidos y los vino a asesinar a Rosarito, México. Y esta semana nos encontramos con la noticia del grupo islámico radical de los Talibanes, que se apoderaron de Afganistán, bajo la contemplación del mundo entero, sin que aparentemente nadie haga algo por salvar a la gente que no desea estar bajo ese régimen y menos sujetarse o morir por causa de él.

El mal es hacer sufrir a alguien de manera intencional y directa, sea física o psicológicamente, cometer un delito como robo, violación, asesinato, secuestro, etcétera. El mal define a la persona con comportamientos manipulativos, frialdad emocional y mentalidad estratégica en busca de intereses propios. Es la ausencia de ética y sentido moral. Hace referencia a la admiración excesiva por la propia persona y búsqueda continua del propio beneficio. Es el daño intencional, planeado y moralmente injustificado, que se causa a otras personas, de tal modo que denigra, deshumaniza, daña, destruye o mata a personas inocentes.

Lo que podemos observar trágicamente, es que el mal está cada vez más presente en el mundo, con sus más diversas manifestaciones (miseria, guerras, enfermedad, ignorancia, pandemia, etc.). La sociedad está bajo un intenso ataque, y hay mucho ser humano descarriado, produciendo a un montón de seres humanos como víctimas.

¿Qué hacemos? Hay muchas alternativas. Retorcernos las manos y dejarnos consumir por la preocupación hacia el futuro, o elegir poner en práctica lo que hemos sabido siempre y por muchos medios, que es vivir en paz, trabajando por el bienestar social y la justicia. Si decidimos concentrarnos solo en lo nuestro, no saldremos de nosotros mismos y eso es tenebroso. A la mayor parte del mundo lo envuelve un río que se desborda con degenerada indecencia. Se han abandonado la virtud, la rectitud, la integridad, el matrimonio tradicional y la vida familiar.

La maldad se extiende por todo el mundo. Su éxito ha aumentado mucho el alcance y la disponibilidad de influencias degradantes y destructivas. Hoy por hoy, la maldad satura partes considerables de casi todo rincón del mundo. No podemos secar el creciente río de influencias malignas, puesto que éste es el resultado del ejercicio del albedrío moral; pero sí podemos, y debemos, advertir, con claridad, sobre las consecuencias de practicar su corriente tentadora y destructiva.

Hay que ir por lo positivo. A pesar de esos focos de maldad, el mundo en general es hermoso, lleno de gente buena y sincera. Dios ha proporcionado el modo de vivir en este mundo y de no ser contaminados por las presiones degradantes que los agentes malignos siembran en él. Todos deberíamos de vivir una vida virtuosa, productiva y recta. Para eso tenemos la inteligencia y el espíritu. Si usamos el bien para no transgredir, creceremos en fortaleza y capacidad. Viviremos mejor y la vida tendrá su real valor. La vida si vale y mucho.

* El autor es asesor administrativo, presidente de Tijuana Opina y coordinador de Tijuana en Movimiento.

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