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La decepción llegó del Sur

Cuando Adán Augusto López dejó la gubernatura de su natal Tabasco para atender la invitación de su paisano y presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, se “vendió” la imagen de un político formado a la vieja escuela, habilidoso, negociador, capaz de construir puentes de entendimiento entre todas las fuerzas políticas del país.

Cuando Adán Augusto López dejó la gubernatura de su natal Tabasco para atender la invitación de su paisano y presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, se “vendió” la imagen de un político formado a la vieja escuela, habilidoso, negociador, capaz de construir puentes de entendimiento entre todas las fuerzas políticas del país. Legisladores, partidos y gobernadores, sobre todo los de oposición, compraron la propuesta presidencial…y firmaron el cheque en blanco.

Lo cierto es que, ante el clima de polarización generado por López Obrador, una persona con esas características se hacía necesaria. Era urgente fortalecer los puentes de comunicación fracturados a base de denuncias, acusaciones e injurias desde el púlpito presidencial, replicadas mediante los mecanismos de Morena a través de sus gobernadores, legisladores, alcaldes, regidores y las redes sociales con sus seguidores orgánicos y millones de bots pagados por las arcas gubernamentales.

El sustituto de Olga Sánchez Cordero entró al gabinete en medio de grandes expectativas. Su perfil, coincidieron analistas políticos nacionales, era el que México necesitaba en esos momentos. Pero la realidad se encargó de demostrar que, una vez más, estaban equivocados.

En unos cuantos meses, López se mostró cuan López es y cuan Obrador puede llegar a ser. Sus propias actitudes, acciones, declaraciones y omisiones lo han desnudado como un hombre del poder que, más que construir como es su responsabilidad, se ha dedicado a dinamitar los caminos del entendimiento y la razón que “coadyuven en la conducción de las relaciones del Poder Ejecutivo Federal con los otros poderes de la Unión y los demás niveles de gobierno, para fomentar la convivencia armónica, la paz social, el desarrollo y el bienestar de las mexicanas y de los mexicanos en un Estado de Derecho” como establece literalmente la función de la Segob.

López está empeñado en quedar bien con el otro López porque, además, se siente con las capacidades para ser su sucesor en el trono. Se lo dijeron y se la creyó. Olvidó sus responsabilidades para privilegiar supuestas oportunidades de convertirse en el candidato oficial de Morena y ser el próximo Presidente de México.

Por eso, con el pretexto de convencer a los congresos estatales de las supuestas bondades de la militarización del país, inició su precampaña por todo el país. Un recorrido innecesario porque, con 22 congresos estatales bajo la tutela vinotinta, le basta y le sobra para aprobar cualquier reforma constitucional. Pero, como también lo dijo, “santo que no es visto, no es adorado”.

Sin embargo, serviles, sin recato, sin dignidad y sin respeto alguno, los congresos estatales, incluido por supuesto el de Baja California, lo reciben y se convierten en caja de resonancia para un funcionario federal que repite el discurso ignorante, retrógrada, de confrontación y falso que diariamente nos recetan desde palacio nacional. Les dejó el dictámen para que, sin una coma, lo aprobaran como ocurrió la noche del pasado jueves. Amor con amor se paga, pensaron.

Y aquí precisamente, frente a la gobernadora Marina del Pilar Ávila, acusó a los gobiernos del pasado, a los conservadores y corruptos, de robarse millones de pesos en la construcción de los “inútiles e inservibles” C5 (Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano). Fue un espectáculo ver la cara de asombro de la gobernadora pues su gobierno acaba de ratificar un contrato con Securitech, la empresa cuestionada por López Hernández, para seguir adelante con el proyecto del exgobernador panista Kiko Vega.

Después, en su gira del despecho, descargó su corcholatera ira en contra de gobernadores de oposición, asegurando que sus estados son los más peligrosos del país, donde la delincuencia organizada ha tomado las calles y demandan el apoyo del Ejército, pero “hipócritamente” niegan pedirle a sus diputados y senadores aprobar la militarización de la guardia nacional.

Lo dijo allá, en su tierra natal, a más de 3 mil kilómetros de distancia de Baja California donde, con todo y efectivos militares disfrazados de Guardia Nacional, de miles de soldados y marinos, la inseguridad persiste a pesar de que la percepción, dicen las encuestas del Inegi, se ha reducido. Y es cuando los bajacalifornianos se preguntan: ¿por qué si estamos tan bien, nos sentimos tan mal?. El cuarto lugar en homicidios violentos, lo confirman.

López Hernández seguirá su gira por el país. Mantendrá seguramente la polémica, alejándose de la función principal de la secretaría a su cargo que es la de buscar la armonía de los mexicanos. Pero seguirá fiel a los dictados y a la instrucción del principal provocador nacional, el inteligentísimo López Obrador. Sin duda, la decepción, llegó del sur.

*El autor es periodista con 45 años de experiencia, licenciado en periodismo, asesor en comunicación y marketing político, consultor de medios

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