La alianza ¿va por México?
Estamos iniciando el proceso de elección de las nuevas autoridades estatales y municipales en Baja California. Los aspirantes ya comenzaron a ponerse a nuestros pies y, como siempre sucede, van a tirar la casa por la ventana tratando de convencernos de que votemos por ellos.
Por el derecho a la libertad de expresión.
Estamos iniciando el proceso de elección de las nuevas autoridades estatales y municipales en Baja California. Los aspirantes ya comenzaron a ponerse a nuestros pies y, como siempre sucede, van a tirar la casa por la ventana tratando de convencernos de que votemos por ellos. Los partidos en desgracia que nos gobernaron durante décadas, estando en el infortunio y casi la defunción, prefirieron unirse en una alianza, que ya desde este momento va en picada. Las diferencias históricas y los programas de gobierno antagónicos que los definieron, de repente desaparecieron para dar lugar a una cofradía ideal. El PAN, el PRI y el PRD van por México, dicen, pero en realidad quisieran recuperar las canonjías de las que disfrutaron siempre.
Las administraciones estatales y municipales mantuvieron los mismos proyectos y obra pública, sin distinción del partido que provinieran, se distinguieron por la entrega de estas de manera directa y no por oposición, engrosando la que corrupción. Con este artilugio legal incrementaron sus fortunas y dieron cuenta del presupuesto gubernamental. Después, cuando intervino el órgano de fiscalización superior del estado, con una ceguera sorprendente, no inició ninguna investigación cerrando el círculo de los atracos oficiales. La trama estaba tan bien creada que, si los ciudadanos interponíamos demandas penales o juicios políticos, las autoridades judiciales no investigaban y el Congreso del Estado cerraba los conductos formales para entorpecer las investigaciones. Esa fue la dinámica de los gobiernos desde que se constituyó el Estado de la Baja California.
Ni los gobiernos del PAN ni los del PRI combatieron, como estaban obligados, al crimen organizado. Los dejaron formarse; organizarse para distribuir sus mercancías y el mercado; establecer redes internacionales y consolidarse. Esta libertad de acción y el cerrar los ojos para no observar sus actividades, les dio fuerza y ahora tienen un poder inconmensurable y arrollador, al cual no pueden controlar. Los gobiernos locales no tienen una estrategia definida ni la certeza de que podrán, en el corto, mediano y largo plazos, disminuir significativamente las actividades del crimen organizado. El gobierno estatal y los municipales están tan corrompidos, que no se vislumbra una salida alternativa a la violencia y la delincuencia que padecemos. Los ciudadanos vemos como se protege al delincuente y se descobija al ciudadano común y corriente.
Esta alianza de los viejos y fracasados partidos políticos, no es una alternativa a la desorganización que tiene Morena. Si les permitirá, sin embargo, ser un paliativo para que sobrevivan unos años más, pero, de hecho, están desahuciados. Quienes continúan considerándose priístas o panistas y lo expresan abiertamente, pronto se integrarán a Morena como ya lo hicieron muchos de sus dirigentes oportunistas. En este nuevo partido, con la labia que tienen, pronto escalarán posiciones y serán las caras visibles. Los dirigentes partidistas buscan siempre, como modo de sobrevivir, asegurar un lugar en las élites partidarias para así, conservar su patrimonio y sus ingresos. No tienen otra meta que seguir. No les importa la democracia, ni el electorado, ni los votos, ni el país. Van por sus intereses personales y por ellos son capaces de doblar la cerviz las veces que se requiera. No tienen dignidad y sus metas centrales son el poder y el dinero, de donde vengan. Vale.
* El autor es Lic. En Economía con Maestría en Asuntos Internacionales por la UABC.
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