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Explotados unos, ricos otros…invisibles todos

Como en muchas otras ciudades del país, del continente y del mundo, caminan en grupo.

Como en muchas otras ciudades del país, del continente y del mundo, caminan en grupo. Ya sea por parentesco, por nacionalidades o simplemente porque se hicieron amigos durante el viaje. Son compañeros de dolor y de necesidad. Los hay diversas nacionalidades, mexicanos inclusive, que dejaron todo por seguir un sueño o, en muchos otros casos, por seguir con vida.

En su paso, han cruzado las fronteras de varios países. A veces de manera legal y en ocasiones, a empujones y golpes de los que no han salido ilesos. Las huellas de esos enfrentamientos con las autoridades no solo se les ve en brazos y piernas mutilados y el rostro lacerado. El dolor está en sus miradas. Han sufrido y siguen sufriendo. Están dispuestos a eso y más. Soportan todo.

Regresar no es opción. No pueden volver porque atrás, si bien dejaron a la familia, sus pocas propiedades, su pasado y su historia, lo más seguro es que encuentren la muerte. Unos de hambre y otros por la presencia en sus comunidades de los grupos criminales que los han amenazado. Les exigen el dinero que no tienen y salen a buscarlo.

Por eso tampoco le temen a morir amontonados y asfixiados en la caja de un tráiler, ahogados en el mar, de hambre y sed en el desierto, o de una caída en el tren o en las montañas. Algunos con mayores posibilidades económicas llegan en avión, pero al igual que los más jodidos entre los jodidos, se enfrentan a los mismos enemigos: El abuso, la corrupción, la prepotencia, la indiferencia.

Mucha tinta ha corrido sobre el tema de los migrantes que llegan y cruzan todo el país. Las historias, sobre todo de tragedias, se reproducen en los medios de comunicación. El despliegue mediático, como siempre, no pasa de tres días. Las autoridades ofrecen investigar y llegar “hasta las últimas consecuencias”. Pero también el interés oficial no pasa de 72 horas y generalmente no hay culpables. Al archivo y lo que sigue.

Mientras tanto, las camionetas repletas de hombres, mujeres y niños procedentes de todas partes del mundo recorren las carreteras del país. En Sonora, es común ver estos vehículos llegar a los paraderos, donde sus ocupantes bajan a comer o hacer sus necesidades fisiológicas. Ni siquiera ocultan los logotipos y número económico estampados en las puertas y la parte trasera. Salen generalmente del aeropuerto General Ignacio Pesqueira y llegan a Nogales, Altar o Agua Prieta donde entregan su carga humana.

Pero igual ocurre en el Aeropuerto Internacional Rodolfo Sánchez Taboada, de Mexicali, donde las camionetas blancas esperan su preciosa carga. Dentro del edificio, los oficiales de Migración y sus “madrinas”, se lamen los bigotes y mas que personas cuentan los dólares que engrosarán su patrimonio y les permitirán mandar a su familia de viaje al extranjero, comprar casas y vehículos que, hace unos años, ni siquiera soñaban en poseerlos. Claro, son corruptos, pero no son tontos. Todo es puesto a nombre de sus familiares en tercer o cuarto grado.

A nadie parece interesarle el tema. La corrupción, ese mal que nadie ha podido ni querido atacar, sigue prevaleciendo en el actual gobierno. Miente el presidente López Obrador y le mienten sus funcionarios responsables de atender el tema de la migración. Los migrantes que intentan llegar a los Estados Unidos no solo son explotados por las bandas criminales de polleros, sino que son extorsionados por elementos del Instituto Nacional de Migración con la complacencia, en muchos casos, de elementos de las policías locales y de su gloriosa Guardia Nacional.

Porque solo así, con la complacencia criminal de las autoridades, esos grupos de hombres y mujeres desesperados y sin documentos, pueden llegar a las ciudades fronterizas para escapar de la muerte segura en sus lugares de origen y se atreven a soñar con una vida mejor en el vecino país del Norte o, al menos, mantenerse vivos… donde les caiga la noche.

El tráfico de personas es, a todas luces y a vista de todo mundo, un criminal negocio en el que unos, los invisibles, siguen siendo explotados por autoridades de todos los niveles y otros, quienes deberían de protegerlos se vuelven, cegados por los dólares, escandalosamente ricos. A los primeros las autoridades no los ven…a los segundos, menos.

*El autor es periodista con 45 años de experiencia, licenciado en periodismo, asesor en comunicación y marketing político, consultor de medios.

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