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Estridencia con inteligencia

Hace apenas tres años, nadie sabía de su existencia. 

Hace apenas tres años, nadie sabía de su existencia. Era una joven profesionista que hacía sus “pininos” en la administración pública con puestos de mediano perfil y servía ciegamente a las órdenes de su amiga y jefa, entonces diputada federal, luego alcaldesa de Mexicali y hoy gobernadora de Baja California, Marina del Pilar Ávila Olmeda.

Pero al igual que la de su tutora y protectora, en ese mismo lapso dejó su ostracismo e inició una fulgurante carrera política que la llevó a San Lázaro y a ocupar una representación por su partido en el Consejo General del Instituto Nacional Electoral desde donde, sin rubor, ha exhibido no solo un activo servilismo oficial, sino una ignorancia jurídica que la ha llevado a protagonizar algo muy cercano a los escándalos y ridículos de pena ajena.

La diputada federal Julieta Andrea Ramírez Padilla representa al II Distrito en la LXV Legislatura donde ha presentado 21 iniciativas de ley, de las cuales le han rechazado una y las otras 20 están pendientes de dictaminar. También ha presentado 9 puntos de acuerdo, de los cuales le rechazaron 8 y está pendiente uno. Es, hay que aceptarlo, una legisladora muy activa, aunque sus temas parecen ser no son importantes ni interesan al resto de los legisladores.

Es también una activa usuaria de las redes sociales en las que, por cierto, innecesariamente se ha expuesto en las últimas semanas, tanto en sus participaciones en la Cámara de Diputados como, de manera desafortunada y una rudeza innecesaria, en el consejo general del INE.

Su intento de exhibir supuestas irregularidades e ilegalidades del consejero presidente Lorenzo Córdova, del consejero Ciro Murayama y del reinstalado secretario ejecutivo, Edmundo Jacobo Molina, amalgamadas con insultos, fueron difundidas y replicadas ferozmente por simpatizantes y bots morenistas que han hecho de Facebook, Twitter, TikTok e Instagram, sus plataformas preferidas para la polarización y el choque. Fue una fiesta para el partido oficial y no dejaron de felicitar a la legisladora por la “claridad” de su exposición y por haberle partido su mandarina en gajos a los personajes aludidos.

Pero, elemental de la tercera Ley de Newton aplicada en la física, de la que la política no se escapa, es que a toda acción corresponde una reacción de igual magnitud en sentido opuesto, los defensores de los funcionarios y de la prevalencia del INE, respondieron con igual o mayor virulencia, destacando el exceso de ofensas y la falta de argumentos jurídicos y constitucionales por parte de la diputada cachanilla.

Tal vez la legisladora federal tuvo razón en molestarse porque Córdova, Murayama y Jacobo Molina, ni la “toparon” y hasta el presidente del Consejo General adoptó una pose de burla, pero al final de cuentas parece ser que fue la correcta para mojarle la pólvora a una representante morenista que, al igual que su colega Eurípides Flores, no discuten ni proponen, sino imitan con estridencia y estruendo, lo que les dictan de Palacio Nacional.

La diputada Ramírez Padilla, licenciada en derecho con título expedido por la UABC en el 2019, cédula profesional 11700231, pero que de las maestrías que presume en su CV no hay constancia oficial, está viviendo aceleradamente sus cinco minutos de fama. Tal vez ha sido su actividad en redes sociales o su manejo escénico en la Cámara y las cámaras de video. Tal vez le ayudan la potencia de su voz y su personalidad histriónica. A lo mejor algún “empujoncito” de su jefa política. Vaya usted a saber.

Pero sin duda que algo tiene y que debe aprovechar para bien. La exhibida que expertos en derecho electoral y constitucional le han dado, es para avergonzar a toda la facultad de la que es egresada. La obligan a prepararse, a leer, estudiar, revisar y volver a revisar lo que sus asesores le dicen que lea. Si algo le sirve de consuelo, es algo muy común entre los legisladores. No será la primera ni la única. Tampoco es cuestión de géneros, porque los hay de todos los sexos.

A sus escasos 28 años, la legisladora tiene mucho camino por recorrer y mucho que aprender si es que quiere hacer algo en la política. Más allá de utilizar la tribuna para lucimiento personal, que a todo político encanta, debe aprovechar la estridencia, pero con inteligencia, para proponer y defender acciones legislativas en beneficio del pueblo, ese término al que tanto recurren de manera retórica, pero al que muy poco respetan, regresan y rinden cuentas.

Por eso, cada vez que suba a tribuna o que use cuanto micrófono le pongan enfrente, antes de comenzar a hablar debe medir muy bien sus palabras y no olvidar que los puestos en la política son efímeros y la vergüenza, cuando no se hace lo correcto, se arrastra toda la vida. Pero sobre todo, recordar la máxima de que “los carniceros de hoy, serán las reses del mañana”.

*El autor es periodista con 45 años de experiencia, licenciado en periodismo, asesor en comunicación y marketing político, consultor de medios.

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