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Equipos de trabajo

La siguiente tecnología que necesitamos aprender tiene que ver con la forma como manejamos nuestra relación con las personas.

Las empresas pequeñas no aquilatan lo que puede valer el trabajo en equipo, excepto cuando nacen fruto de un equipo de socios que se integran para combinar sus talentos y relaciones, y juntos son capaces de conquistar clientes, ganar dinero y crecer. Pero el trabajo de conjunto abunda en Sillicon Valley y en las empresas basadas en el conocimiento.

En la mayoría de las compañías latinoamericanas el éxito proviene mucho más de la genialidad de un líder visionario y poderoso que centraliza la toma de decisiones. Muchos años después este líder, o sus sucesores, valoran lo que puede aportar el trabajo en equipo en la búsqueda de caminos para seguir creando valor.

Los líderes de una empresa centroamericana me piden que les ayude a encontrar una metodología o un experto que facilite la integración y optimización del funcionamiento de equipos de trabajo. Me sorprende que no es fácil encontrar tal metodología o experto.

Lo habitual es encontrar profesionales de las áreas de recursos humanos que se han especializado en el tema; pero no es fácil encontrar planteamientos profundos, diferentes y efectivos. Lo que buscamos es cómo crear una cultura organizacional y mecanismos eficaces para cultivar el espíritu y las habilidades de la cooperación, en lugar de aquellas que tienen que ver con la competencia y la lucha por el poder.

No hemos sido entrenados para cooperar; simplemente no sabemos cómo. Somos muy incompetentes cuando se trata de conformar equipos de trabajo en los que realmente sepamos capitalizar los talentos y relaciones de todos sus miembros, y en los que trabajemos sinérgicamente. Somos demasiado buenos para encontrar fallas y defectos de los demás, para mermar las ganas de colaborar, para debilitar la voluntad de luchar por un motivo común.

Y el trabajo en equipo radica justamente en lo contrario. Necesitamos aprender a cooperar para cooperar para aprender. Para ello tenemos que construir organizaciones inclusivas, donde las diferencias nos enriquezcan y la similitudes nos unan; trabajando por un querencia común, aceptándonos como somos, aprendiendo a escuchar y a trabajar con las ideas de los demás y, sobre todo, reconociendo que el liderazgo cada vez más va dejando de ser un asunto de jerarquías.

El quehacer cotidiano de las empresas suele enfocarse a cumplir con ciertos procedimientos y políticas. Es un tema de disciplina, de consistencia, de repetición, de obediencia. Eso podrá seguir siendo válido para las tareas de fórmulas y procesos de negocio que siguen funcionando y creando valor. Pero cada vez más las compañías necesitan reinventar sus fórmulas de negocio y rediseñar su manera de abordar el mercado. En estos trabajos, generalmente innovadores y creativos, las capacidades distintas provenientes de diferentes partes de la organización tienen que entrelazarse en equipos de trabajo donde el gran reto es aprender a pensar juntos.

No contamos con cables mentales para comunicarnos con los demás. Necesitamos medios de comunicación para compartir información. Pero como somos personas, la información no viene sola, no se transmite pura. Viene acompañada de sentimientos y emociones, y no siempre los sabemos decodificar. No ponemos esfuerzo en interpretar las cargas personales que traen consigo los mensajes que nos transmitimos.

Pensar juntos implica sentir juntos, saber comprendernos antes de intentar entender el mensaje que recibimos. Dijera Coleman que es un asunto de inteligencia emocional. Nuestra mente necesita reforzarse con nuestra voluntad y nuestro corazón. Los equipos de trabajo somos personas acompañadas de personas. Mientras no nos tratemos como tales, mientras no nos respetemos, mientras no sepamos relacionarnos como tales, los esfuerzos de hacer sinergia en el trabajo en equipo seguirán dando frutos mediocres.

La inteligencia colectiva siempre será superior a la individual. Sólo falta que sepamos usarla. Para eso necesitamos aprender a reconocer a las demás personas que integran nuestros equipos de trabajo.

“Dueñez®” es una marca registrada por Carlos A. Dumois.

* Carlos A. Dumois es Presidente y Socio Fundador de CEDEM.