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Entre tragedias y olvido

México en general y Mexicali, en particular, sumaron una semana de tragedias. La mayoría de ellas, si no es que todas, condenadas al olvido. 

México en general y Mexicali, en particular, sumaron una semana de tragedias. La mayoría de ellas, si no es que todas, condenadas al olvido. Y no es que la sociedad tenga mala memoria, sino que la autoridad apuesta a que, con el transcurso del tiempo, los reclamos bajen, los ánimos se enfríen y al final, todo quede en el archivo muerto de la impunidad. De vez en cuando las historias regresan, sobre todo cuando políticamente así conviene y pretenden utilizarse, no para resolver, sino para atacar a los opositores, ganar el poder y, de nuevo, mandar todo al olvido.

Lo vemos a diario con un discurso presidencial que, en los hechos, es totalmente contrario a lo ofrecido en sus campañas políticas. Hechos que, desgraciadamente, se replican a nivel estatal y municipal, sin dejar de lado lo que ocurre en las cámaras de senadores y diputados, con una mayoría servil y desmemoriada, dispuesta a aprobar todo lo que al presidente López se le ocurra. Se olvidaron los compromisos de transparencia, de respeto a la ley y la división de poderes, de austeridad, de acabar con la pobreza, de la gasolina a 10 pesos el litro, acabar con la inseguridad, un sistema de salud mejor que el de Dinamarca, de unidad, de abatir la inflación, etcétera. México vive su gran tragedia sexenal.

Más allá del conveniente y selectivo Alzheimer presidencial, Baja California vive sus propios momentos y Mexicali no es la excepción, sino que, al contrario, es la referencia estatal y nacional. Hace cinco semanas, tres jóvenes fueron “desaparecidos” en la zona de antros de la ciudad, conocida como “El triángulo de las Bermudas”, sumándose a por lo menos otros seis cuyo paradero se desconoce. Después de un par de semanas de movilizaciones de familiares y amigos que terminaron en el cierre temporal de un par de antros y reducción de horarios, los ánimos se calmaron y la autoridad ya autorizó ampliar de nuevo el horario de cierre. El olvido le ganó al dolor.

Pero dicen que el diablo no descansa y apenas el pasado 15 de mayo, Día del Maestro, una nueva tragedia conmocionó a la sociedad mexicalense cuando una joven mujer, educadora por cierto, falleció al ser atropellada por el vehículo que conducía una jovencita de 20 años de edad, cuya rápida liberación en condiciones todavía no aclaradas, generó reclamos e indignación entre un grueso sector de la población, al trascender que la conductora era hija de un alto exfuncionario panista y en una desaseada y muy desafortunada aparición a los medios, el subdirector de la Policía Municipal, César Alfonso Romero García, prácticamente responsabilizó a la víctima de su muerte.

Una tragedia de dos bandas. Trágica payor ra la familia de la maestra que lloran su temprana partida y una tragedia para la conductora, quien sin duda alguna cometió una imprudencia que dejó a una persona sin vida y varias víctimas, esposo e hijos entre ellos, y su familia que arrastrará las consecuencias de esa imprudencia. El linchamiento público.

Una tragedia que ha puesto en evidencia que, también a nivel local, las promesas de acabar con la corrupción, impunidad, el influyentismo y el amiguismo, siguen siendo mentiras, pues se mantienen más vigentes que nunca. Una tragedia que ha mostrado una trama de falsedades armadas para proteger a una jovencita que, seguramente, si es que sólo resultó con aliento alcohólico, no hubiera tenido mayores problemas para llevar su proceso en libertad.

Pero alguien quiso quedar bien para pagar un favor o guardar las “cartitas” para después o pensó en sacar raja económica y política de la doble tragedia. Tal vez ambas. Pero ya no son los mismos tiempos. Las cámaras privadas captan mucho de lo que desde las oficiales intentan manipular a conveniencia de unos e inconveniencia de otros.

El mal manejo de la crisis desde la Dirección de Seguridad Pública Municipal a cargo de Pedro Ariel Mendívil quien, casualmente y a pesar de ser un amante de los reflectores, apareció 24 horas después a respaldar la versión de su subalterno, alimentó más las dudas y la especulación. Sus respuestas deshilvanadas, su mirada evasiva, su comunicación corporal revelaron que sus dichos eran verdades a medias que no son otra cosa que mentiras completas. Mendívil protegió a su personal y de esa manera avaló y toleró una o varias irregularidades, como las señaladas ayer por el síndico procurador Héctor Ceseña y las expuestas por el fiscal Ricardo Carpio. La tragedia lo alcanzó y su credibilidad personal salió seriamente lastimada. Ya no es confiable.

Aunque no hay pruebas, tampoco existen dudas de que el tema pudiera escalar a niveles más altos si se comprueba, como ha trascendido, que más que dinero, los municipales involucrados recibieron llamadas telefónicas para brindarle la “cortesía” a la conductora. Porque ningún elemento en su sano juicio, cuando hay una vida de por medio y tantos testigos, se atreve a alterar un informe, si no es que recibe órdenes superiores. El perito tiene la palabra.

Las tragedias, como vemos en los anteriores ejemplos, dejan varias víctimas. Por eso funcionarios y gobiernos le apuestan al olvido.

*El autor es periodista con 45 años de experiencia, licenciado en periodismo, asesor en comunicación y marketing político, consultor de medios.

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