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El servidor público (Primera parte)

“Los empleos públicos pertenecen al Estado; no son patrimonio de particulares. Ninguno que no tenga probidad, aptitudes y merecimientos es digno de ellos.”Simón Bolívar

El servicio público debería ser una profesión respetada y admirada. El concepto en sí de servir a la comunidad como forma de ganarse el sustento no podría en principio ser más positivo. Quien opte por esta opción de desarrollo personal deberá tener una personalidad orientada al bien común y a la contribución al mismo por medio de su trabajo. El servidor público como consecuencia lógica sería un personaje respetado y querido en la vida de una comunidad. Bajo esta óptica, ser servidor público sería considerado un honor y un privilegio, ya que nos pondría en la posición de poder ganarnos la admiración y el respeto de nuestros conciudadanos en el desempeño de nuestra labor.

Por su propia naturaleza el servicio público se mezcla con el poder, y de aquí se da origen a la burocracia, que de acuerdo a la definición del diccionario es “la importancia excesiva de los servidores públicos”. Por lo que se puede interpretar en el sentido de que cuando el servidor se sirve del poder y pone al ciudadano a su servicio, entonces tenemos burocracia, cuestión a la que hemos llegado por la ambición de algunos servidores y la necesidad de que sus trámites les sean resueltos con el mínimo esfuerzo, por parte de los gobernados.

En tiempos de los romanos pertenecer a la burocracia era una forma de vivir prácticamente sin trabajar. Por medio de los pesados tributos impuestos a los pueblos conquistados, los burócratas podían vivir con lujo y comodidades sin tener que contribuir a la formación de valor, es decir, sin realizar trabajo productivo. Esta deformación del concepto no puede subsistir en países democráticos modernos en los que los ciudadanos están cada día más conscientes de sus derechos, y no estarían dispuestos a realizar sacrificios para mantener élites improductivas. Sin embargo durante el siglo XX las burocracias del mundo crecieron y adquirieron poder e importancia, derivado de que en buena parte del planeta no tuvo vigencia el paradigma democrático que hoy día se difunde cada vez más. Es muy cercana la correlación directa entre el grado de totalitarismo del gobierno en un país con el peso y el tamaño de la burocracia, y en estos términos nuestro país no resulta muy bien parado.

En Estados Unidos existen alrededor de 2.2 millones burócratas con una población de 300 millones de habitantes, o España con 2.5 millones y una población menor a 50 millones, sin embargo en México tenemos poco más de 8 millones de servidores públicos y éstos avanzan de una manera exagerada. Según el más reciente Informe de Gobierno, entre los años 2000 y 2012 el gasto devengado en servicios personales en todos los órdenes y niveles de gobierno creció 141.6% en términos nominales.

A su vez, en las entidades federativas y los municipios el gasto creció 152% en igual periodo, y en los llamados Ramos Autónomos que incluyen los poderes Judicial y Legislativo, así como el IFE y la CNDH, creció 283.7% en los mismos términos.

En el siguiente artículo comentaremos un poco más sobre el crecimiento que durante algunas administraciones ha tenido el aparato gubernamental y los riesgos que esto implica para el país.

*- El autor es asesor empresarial en cabildeo.

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