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El Blancarte

No asistí a ninguno de los homenajes luctuosos que se le hicieron a Álvaro Bancarte.

Por el derecho a la libertad de expresión.

No asistí a ninguno de los homenajes luctuosos que se le hicieron a Álvaro Bancarte. Hubo algunos imprevistos que me lo impidieron, sin embargo, como luego lo hace uno mismo en situaciones difíciles, dediqué muchos momentos a recordarlo tal como siempre lo miraba: amable, sencillo, asequible, platicador y abierto al intercambio de ideas y situaciones de la vida cotidiana. Nunca tuve una estrecha amistad con él, pero cuando nos encontrábamos, de casualidad, por las calles de nuestra ciudad, me saludaba como si siempre hubiéramos tenido la oportunidad de hablar de nuestras cosas. Hola Roberto, me decía, y eso me dejaba perplejo y pensando, cómo puede acordarse de mi nombre si casualmente nos vemos. Así fue siempre el Blancarte. Entonces me preguntaba, ¿cómo puedes ser tan humilde una persona que es ampliamente conocida en muchas partes del mundo, sobre todo en los círculos culturales, con tanta capacidad creadora y con una basta producción de obras reconocidas internacionalmente, y codearse con cualquier ciudadano gris? ¿Por qué no se le ha subido la fama y no mira, como tantos creídos lo hacen, a todo el mundo desde las nubes? Porque el Blancarte era natural y nos pertenecía a todos.

Álvaro Blancarte era y seguirá siendo el máximo creador artístico radicado en Baja California, pero también era un ciudadano y un artista reconocido en todo el mundo. Sus pinturas fueron expuestas en muchas ciudades, y las críticas, artículos escritos y ensayos desarrollados sobre sus creaciones, podrían llenar varios espacios de nuestras bibliotecas. Tuvo

la suerte, y la aprovechó, de poder desarrollar sus capacidades artísticas, de enriquecer sus técnicas pictóricas y, de vivir haciendo lo que le agradaba y le redituaba beneficios personales y sociales.

No fue omiso ni codo con sus super habilidades creativas. En cuanto veía una oportunidad y atisbaba talento, ofrecía su apoyo a quien quisiera aprovecharlo. De esta manera los talleres culturales de la UABC crecieron y dieron beneficios, y nuestra ciudad tuvo una característica cualitativa extra, con su presencia como un vecino más, pero además con la producción artística de Blancarte.

No fui a los homenajes que te hicieron Blancarte, pero mientras meditaba sobe nuestros esporádicos encuentros, me decía, tú no estabas allí, solo el depósito de tu esencia recibía las palabras de despedida que te ofrecieron. Tu plano real estaba en todos los sitios en donde dejaste tu huella artística, donde cada uno de tus cuadros, esculturas o palabras escritas permanecen. Es ahora cuando inicia la etapa que otros desarrollarán, de escribir tu biografía, de hacer la relatoría de las obras que creaste, de las que dejaste empezadas y de las que solo tenías en proyecto.

Por cierto, el Blancarte que conocimos cada quién, deberá ser honrado y rememorado porque esa es la deuda que tenemos con él. No podemos dejar que se lo trague la arena de los tiempos, ni que su herencia cultural se pierda entre el olvido irresponsable. El Blancarte sonriente, agradable, sencillo, platicador y ocurrente, no solo se debe enaltecer en La Panocha, su taller, debemos tenerlo como un ejemplo real y terrenal, de un Ser Humano y artista completo. El Blancarte merece nuestro respeto, nuestra admiración, pero, ante todo, permanecer entre nuestros mayores logros culturales como nación. Vale.

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