De invasiones y monstruos
De tanto ver películas, series de televisión y leer novelas que postulan la invasión de nuestro planeta por los extraterrestres, es que nos hemos habituado a que la gran catástrofe que nos aguarda será la llegada de una civilización más avanzada que nos hará papilla y convertirá a la Tierra en un erial, en un páramo absoluto.
De tanto ver películas, series de televisión y leer novelas que postulan la invasión de nuestro planeta por los extraterrestres, es que nos hemos habituado a que la gran catástrofe que nos aguarda será la llegada de una civilización más avanzada que nos hará papilla y convertirá a la Tierra en un erial, en un páramo absoluto. En realidad, si vemos hacia el pasado, veremos que hasta el siglo XIX, es decir, hasta hace poco más de 120 años, la literatura y la prensa no hablaba tanto del futuro como una amenaza proveniente del firmamento sino como un espacio a conquistar por nuestra especie. Escritores de la talla de Cyrano de Bergerac, Voltaire y Julio Verne nos proporcionaban viajes de exploración a los mundos del sistema solar y nos hacían ver como la civilización más avanzada. Pero todo esto terminó cuando un oscuro escritor inglés nos hizo ver que el cielo es también un escenario de terror.
Hablo, por supuesto, de Herbert George Wells (1866-1946), un autor que empieza trabajando y publicando en un mundo victoriano, junto a autores como Arthur Conan Doyle y Bram Stocker. Si el primero presenta los monstruos criminales a la atención del público, el segundo nos recuerda el linaje de criaturas no humanas que las leyendas populares han hecho posibles. En contraste, Wells ofrece a sus lectores una serie de relatos morales sobre el impacto de la ciencia en su sociedad. Con este autor británico la incertidumbre social tanto como el miedo colectivo llegan para quedarse. En 1898, publica su cuarta novela de anticipación, como entonces se le denominaba al género de la ciencia ficción. La primera fue todo un éxito: La máquina del tiempo (1895), a la que siguieron La isla del Doctor Moreau (1896) y El hombre invisible (1897).
Habría que señalar que en esos tiempos, a fines del siglo XIX, una potencia como Inglaterra ya oía pasos en la azotea, ya empezaba a sentir el calor de la competencia por la hegemonía mundial, cuando países como los Estados Unidos, Francia, Alemania, Rusia y Japón iban modernizando sus ejércitos y se anunciaba una carrera armamentista que no tendría fin y que se alargaría hasta nuestros días. Pero en aquella época, Inglaterra ya no se percibía segura en su isla y sus habitantes iban dándose cuenta que en el cercano porvenir nuevas maquinarias de combate –submarinos, tanques, aviones, dirigibles, barcos de guerra, gases tóxicos- iban a hacer de la guerra no un combate de caballeros sino una masacre a escala masiva. Por eso, cuando salió a la luz La guerra de los mundos, sus lectores vieron en esos extraterrestres, en esos monstruos, una alegoría de los soldados extranjeros que en el no remoto futuro podrían invadir a su querida isla.
Lo cierto es que esta novela abrió un campo nuevo para imaginar una invasión. Hasta entonces, un país podía ser invadido por tierra o por mar, es decir, por medio de ejércitos terrestres o marinos. Pero La guerra de los mundos hizo que todos voltearan al firmamento y pensaran que en la próxima invasión el horror, la destrucción y el caos vendrían cayendo sobre sus cabezas. Si los expertos militares de 1898 apenas podían especular cómo sería un bombardeo aéreo realizado desde zeppelines o de aviones de motor, ya que estos aún no se construirían sino hasta 1903, he aquí que Wells se adelantó a su tiempo y vio lo que sería un ataque mundial no con aeroplanos sino con naves espaciales que invadirían nuestro mundo. El suyo es un conflicto que va más allá de los desastres que serían, para las poblaciones civiles, bombardeos como los realizados contra Guernica en la Guerra Civil Española o contra ciudades como Varsovia, Londres, Dresde, Berlín, Hiroshima y Nagasaki en la Segunda Guerra Mundial. O más cerca aún, los llevados a cabo contra Bagdad y Kabul durante la guerra contra el terrorismo.
Por eso es importante la nueva edición de esta obra por parte de la editorial mexicana Lectorum. Porque La guerra de los mundos es una de las pocas novelas del siglo XIX que no ha perdido su actualidad, que sigue vigente por los horrores que cuenta, por los monstruos que nos presenta. Historia no sólo de una invasión sino de las secuelas que la violencia sin fin deja entre sus víctimas, de la tarea enorme que es volver a poner en pie un mundo en ruinas, del peso de lo inesperado en el ánimo de la humanidad.
*El autor es asesor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua
Sigue nuestro canal de WhatsApp
Recibe las noticias más importantes del día. Da click aquí