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¿Cuáles son las opciones?

He sostenido en varias ocasiones que los viejos grandes partidos, que estuvimos soportando durante décadas, ya no existen. Me refiero al PAN y al PRI.

Por el derecho a la libertad de expresión.

He sostenido en varias ocasiones que los viejos grandes partidos, que estuvimos soportando durante décadas, ya no existen. Me refiero al PAN y al PRI. Esta afirmación es solo una apreciación mía, sin ningún sustento estadístico o dato periodístico que lo asevere. Mi fundamento es la respuesta que el electorado reveló en las pasadas elecciones federales y locales, en las cuales sus votos acumulados resultaron insignificantes. El golpe que recibieron fue demoledor y, al menos en Tecate, las oficinas de ambos partidos permanecieron durante largo tiempo, vacías. Ni sus más recalcitrantes militantes refrendaban, lo que antes constituía un orgullo: su militancia. Todos, desde los viejos miembros de estos partidos, hasta los que solo eran simpatizantes o integrantes de las añejas familias que constituían estos institutos, se rehusaban a ser considerados como miembros activos. El orgullo se convirtió en vergüenza.

De los priístas siempre he tenido una opinión negativa. Esto es una verdad pública porque me he encargado de hacérselos saber. Desde antes, cuando ambos eran fuerzas indiscutibles que aglutinaban importantes cantidades de miembros, que me invitaron a que expresara mis opiniones, en eventos organizados por ellos, les dije mis verdades. En esos años se enojaban conmigo, me reclamaban, argumentaban en su favor, pero no rebatían mis aseveraciones. Estos grandes partidos de antaño eran corruptos y corruptores. Sus líderes, como los líderes de todos los partidos, fueron acumuladores de recursos financieros del erario; se aprovecharon del poder que acumularon y obtuvieron bases como burócratas, en las diversas dependencias, para sus familiares. Estos son asuntos de corrupción que pueden ser desenmascarados con una ligera investigación. Por su parte los expresidentes municipales, los síndicos procuradores y los regidores – actuales y los anteriores- deberían ser sometidos a investigación financieras para determinar cuáles son sus ingresos actuales, contra los que tenían antes de su gestión.

De los panistas mi opinión era diferente. Ellos, como partido de oposición, tenían cosas que debían ser admiradas por los otros institutos políticos. Sus procedimientos de elección interna se daban en un ambiente democrático, en el cual surgían candidatos, que hacían una campaña intestina para buscar el apoyo de la membresía. Posteriormente, en una elección convocada para puros miembros, se votaba y existía la opción, si había empate o un ganador con escaso margen, de que los perdedores podían sumarse a cualquier candidato, para que surgiera un triunfador por alianzas. Este procedimiento se fue perdiendo y surgieron candidatos fuertes, que formaron equipos poderosos que impusieron planillas. Lo peor de estas prácticas fue que no generaron más unidad, sino desconfianza y pérdida del interés por participar.

Con la derrota que les propinó López Obrador, la desbandada ha sido escandalosa. Los cuadros poderosos que se fueron formando y ganando elecciones, al darse cuenta de que no existe la posibilidad de que sus partidos se recuperen, y logren conformarse, han optado por dar el chapulinazo buscando ser reelectos en un partido con un ideología diametralmente opuesta a la de ellos. La traición a sus ideales para estar de nuevo en el poder los perdió y, con esa actitud, están llevando al precipicio a los pocos miembros comprometidos que quedaban. Así, los ex militantes del PAN y el PRI enarbolan banderas que antes combatían. Son la negación de lo que antes defendían. Son, también, los que están enterrando a estos dos partidos. Sus actuales dirigentes prometen luchar por una candidata que no ha podido prender y entusiasmar a las masas. Una candidata que los salvó del ridículo de no tener un prospecto surgido de sus bases. Con esto ya saben a ciencia cierta, que están perdidos y que la derrota, que ya está anunciada, será la tumba que entierre a dos proyectos de partido nacionales, bien consolidados. No tienen regreso. No hay vuelta atrás. El PAN y el PRI van a contar con los dedos de sus manos, los escasos votos que obtendrán, y cuando esto suceda, le podremos quitar, al expartidote, los colores de nuestra bandera. Vale.

*El autor es licenciado en Economía con Maestría en Asuntos Internacionales por la UABC

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