Cancelemos el ciclo escolar 2020/2021
Seamos claros. La pandemia ha mostrado todas las deficiencias de nuestro sistema escolar y su adaptación a las nuevas tecnologías.
Seamos claros. La pandemia ha mostrado todas las deficiencias de nuestro sistema escolar y su adaptación a las nuevas tecnologías. Muy pocos saben que hacer para el mejor aprovechamiento de los alumnos y mejor desempeño de los profesores, aunque intentos y buenas intenciones hay por doquier.
Si en los niveles universitarios con mayores avances y recursos la cosas están color de hormiga, ya no me quiero imaginar el nivel primaria en los cinturones de pobreza de nuestras ciudades.
Simplemente no estábamos y aún no estamos, cuatro meses después, preparados para la súbita incorporación a dar clases en forma digital.
Tengo casi 20 años como profesor en el nivel universitario, principalmente en UABC, y por mi experiencia, no creo que la educación a distancia, sustituya lo mucho que aporta la educación presencial en el desarrollo y formación del alumno.
Aún cuando me he acostumbrado a la tecnología, para mi es evidente que es una formación complementaria a la educación que se imparte cara a cara, quizás excepción hecha en la educación de especialidad como maestrías y doctorados, que ya no es necesaria la interacción diaria.
El niño, el joven, el adulto va al edificio escolar no solo a escuchar cátedra de su profesor, si no a aprender de los demás y su comportamiento. Su presencia en el espacio físico le ayuda a compartir reglas de comunidad, de convivencia con los demás. El alumno va a aprender que hay diferencias con sus compañeros, que hay que cuidar sus materiales, que se tiene que foguear en las lides de la interacción humana y con ello crecer. Si, claro, hay que adquirir conocimientos generales y específicos por materia, pero el resto de tu formación es la disciplina, la interacción, los valores, los antivalores, lo que ves y escuchas en la cotidianidad de la escuela. Eso no lo sustituye ni el mas avezado computador o teléfono inteligente.
Por eso estoy absolutamente a favor de cancelar el ciclo escolar 2020/2021 porque no solo nos quedaremos con la falta del componente de convivencia sino además no estamos preparados para afrontar el reto ni de la educación a distancia ni mucho menos del aprovechamiento tecnológico. Estamos tan mal en cobertura hasta de internet, ya no digamos de software educativo, que la “solución” de las autoridades educativas para este “hueco” fue contratar televisión abierta para ofrecer las clases ¿que es esto? ¿La telesecundaria de los 70’s para los pueblos marginados? ¿Plaza Sésamo pero sin los personajes? ¿Donde queda la interacción mínimo digital maestro-alumno, alumno-alumno?
No veo a millones de alumnos pegados a la televisión “escuchando” un clase sin posibilidad de preguntar, de aprender de las opiniones de los demás. ¿Donde enseñamos el valor de la disciplina? ¿Como corregimos los errores? ¿En que momento orientamos vocaciones?
La pantalla de un televisor es fría. Ahí podemos ver números, definiciones e infogramas. Ahí no hay posibilidad de reacción y perdón, pero de eso no se aprende. O cuando menos no se aprende lo suficiente.
Por ello creo que no es posible ofrecer un ciclo escolar que nace mocho, muy mocho.
Estoy consciente que hay que resolver el problema de los miles de maestros que se quedarían un periodo sin trabajo (los de gobierno les podemos seguir pagando para actualizarlos) pero aquí no estoy hablando de empleos, estoy hablando de la educación de nuestras futuras generaciones ya de por sí con graves deficiencias básicas.
Considero que necesitamos un debate abierto sobre este tema. No podemos darnos el lujo como país de tener una niñez con un eslabón perdido por no contar con todas las herramientas para defenderse en el futuro. Un año mas, un año menos en tu generación escolar no es relevante cuando lo que quieres es que te vaya bien como adulto. ¿Que tiene de malo no ser un graduado universitario en el 2021 y serlo en el 2022? ¿Que está mal de que tu primaria la hiciste en 7 y no en 6 años? Ya sé: nada.
* El autor es empresario, turistólogo y un enamorado de su ciudad.
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