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Bonilla y los otros poderes

¿Cuál es la cohesión que deben tener los poderes legislativo, judicial y ejecutivo?

En una reciente entrevista realizada por Nicolle de León, el gobernador de Baja California Jaime Bonilla le respondió que hasta ahora, “el principal logro (de su gobierno) es la cohesión entre el poder legislativo, el poder judicial y el poder ejecutivo, caminando al mismo son, ese es el éxito de que las instituciones vayan mano a mano”, le dijo tranquilamente a la periodista (Frontera/3/8/2020).

Sin embargo, esto que para Bonilla significa su principal triunfo, desde otra perspectiva constituye o debería significar un gran retroceso, pues la división de poderes que está establecida en la Constitución y rige a los gobiernos mexicanos desde 1917 por lo menos, no es una figura caprichosa o arbitraria sino una característica de una forma de gobierno republicana.

¿Cuál es la cohesión que deben tener los poderes legislativo, judicial y ejecutivo? Ninguna, evidentemente, porque no son poderes que actúan o trabajan al unísono bajo un mismo proyecto, sino que representan entidades que buscan un “equilibrio del poder”, en el que ninguno de los tres debe tener primacía sobre el otro.

Para Bonilla, en cambio, tanto el poder legislativo como el poder judicial deben girar alrededor del gobernador o estar supeditados a él, para que haya armonía y coordinación entre ellos. Hoy, como nunca había sucedido incluso bajo los gobiernos del PRI y más recientemente del PAN, el congreso local de BC está dominado y controlado por el gobernador.

Más del noventa por ciento de las iniciativas o decretos aprobados por los diputados de Morena y algunos de sus aliados eventuales, han sido presentadas por el ejecutivo, encontrado un bloque compacto de diputados morenistas que acatan sin discutir y sin analizar casi todas los proyectos enviados por Bonilla.

Podría decirse que lo que hay entre el gobernador y los diputados de Morena es una gran coincidencia legislativa y política, lo que no tendría nada de malo. El problema es que lo que existe realmente es una gran supeditación de los legisladores al poder de Bonilla, al que le deben en casi todos los casos su estancia en el recinto legislativo y su carrera política.

Con esto gana el poder ejecutivo, gana Bonilla, sí, pero pierden todos los ciudadanos, pierde el poder legislativo, pierde la democracia y se debilita la representación política que, supuestamente, estaría depositada en los legisladores.

No contento con mantener bajo su control el congreso local, ahora Jaime Bonilla quiere también influir y controlar al poder judicial del estado. Ya ordenó a los diputados eliminar el Consejo de la Judicatura del Poder Judicial, lo que aprobaron el pasado 31 de julio con 17 votos a favor y 8 en contra, dándole mayor poder y facultades al gobernador en la elección de los magistrados.

Morena no parecía un partido que iba a tener como propósito central la concentración del poder, debilitando a los otros como el legislativo y el judicial para que recayera en una sola persona, ya fuera el presidente o el gobernador. Pero en el caso de BC, el esquema básico de Bonilla durante su breve gobierno consiste en tener el control de todo, no sólo del poder legislativo y el judicial sino de los medios y la opinión pública en general.

Bonilla concibe la función de gobernador del estado como la de un patrón al frente de una empresa que dicta órdenes a todos los demás poderes o instancias que ve como sus empleados. Desde la tribuna pública regaña a los alcaldes (hasta ahora por lo menos al alcalde de Tijuana y a la alcaldesa de Tecate), exhibe a los funcionarios y, de paso, se da tiempo para replicar a sus adversarios.

En un estilo en donde lo que sobresale más son las actitudes autoritarias y de fuerza (de voluntad, dirán algunos), en las que con un decreto basta para que las cosas marchen o se resuelvan, llegando incluso a emplazar al gobierno federal o pedir la destitución de un secretario de estado, o hacerle pagar los impuestos a Hank y exhibir al panismo que, también, lucró con el agua.

Bajo este afán de controlar todo, Bonilla obviamente también controla a Morena, como antes sucedía con el viejo priismo. O por lo menos tiene en sus manos todos los hilos de los procesos y mecanismos de selección de futuros candidatos, porque Morena en realidad no existe. No existe como partido y no funciona como tal, sino como instrumento para movilizar y captar votos.

Es un velo que empieza a recorrerse y a percibirse en amplios grupos de la población. Lo que hoy hace Morena desde el gobierno, que muchos aplauden y alaban, es lo mismo que hicieron todos los partidos antes, aunque ahora con otro discurso político. Pero el autoritarismo no se ha ido. Está ahí, fresco y apabullante. Los electores dirán en 2021 si quieren mantenerlo.

* El autor es analista político.

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