Edición México
Suscríbete
Ed. México

El Imparcial / Columnas / Columna Tijuana

Bendita División de Poderes

“El poder tiende a corromper, el poder absoluto corrompe absolutamente.” Lord Acton

El espíritu de las leyes publicado en 1748, fue la obra más relevante del jurista y filósofo francés, Montesquieu. Esa obra de teoría política, basada en el modelo inglés, plantea la necesidad de establecer la separación de poderes, para permitir que la democracia funcione adecuadamente en cualquier país. Él decía que cuando todo el poder del Estado se concentra en las mismas manos, el absolutismo termina llevando bajo cualquier efecto al despotismo.

De esta manera, los poderes se limitan y se moderan entre ellos, creando una dinámica de pesos y contrapesos, para evitar el dominio de uno sobre el resto. Por ello, la división de poderes permite la separación de las responsabilidades y facultades de los distintos órganos estatales, brindando los factores de control y equilibrios entre las ramas del Estado.

Su obra inspiró en mucho a la Constitución de los Estados Unidos de América y por supuesto a nuestras diversas constituciones. Es importante destacar que nuestra Carta Magna establece que dos o más poderes no pueden reunirse en un solo individuo o corporación, con lo cual se garantiza que cada rama del gobierno tenga su propia esfera de influencia y evita que una sola persona o grupo tenga demasiado poder.

De manera “simplona” explico a mis alumnos la función que cada uno de los 3 poderes tienen en nuestro país. Haciendo un símil con un partido de futbol, donde el poder ejecutivo es el que, organizado en un equipo de 11 jugadores, precisamente “ejecuta” toda la serie de estrategias para lograr el mejor juego y ganar al oponente. Sin embargo, esto no sería posible si no hubiera un poder legislativo, que previamente estableció las reglas para que ese partido de futbol se desarrollara en orden y respeto, decretando la existencia de 2 tiempos de 45 minutos, la participación de solo 11 jugadores por cada equipo, los límites de la cancha y las sanciones para quien infrinja las reglas. Finalmente hay un poder judicial que es el encargado de aplicar las sanciones a quien no observe las reglas o leyes del campo y se compone de un grupo de jueces de línea, árbitro, etc. que aplicarán los castigos a quien cometa las faltas a la hora del juego. De esa manera, nadie está por encima de otro y todos se respetan por igual.

Lo mismo pasa o debiera pasar en un sistema democrático. Sin embargo, durante diversos momentos de la historia de México, ha habido presidentes que han querido pasar por encima de los otros 2 poderes y han provocado grandes conflictos que en ocasiones han generado revueltas. Esos personajes han sido, entre otros, Iturbide, Santa Anna, Juárez, Porfirio Díaz y Plutarco Elías Calles, sin olvidar la época dorada del PRI de los setentas y ochentas que dominaban todo el espectro político. Estos personajes lograron eliminar cualquier asomo de independencia del poder legislativo o el judicial, para crear una presidencia que, como lo dijera Mario Vargas Llosa en 1990, convirtiera a México en “la dictadura perfecta”.

Hoy en día, el presidente López Obrador pretende recrear esas épocas en donde no se movía una sola hoja de un árbol si no era con la voluntad del presidente en turno y para muestra, el hecho de que cualquier reforma que se le ha ocurrido presentar en el legislativo, es aprobada con servilismo y prontitud, sin embargo, todavía queda un dique que defiende el sistema democrático mexicano, el Poder Judicial, el cual se ha negado a sujetarse a los caprichos presidenciales, pese a todos los intentos de denostarlo y difamarlo y ahora torpedear su patrimonio.

Por eso decimos: bendita división de poderes.

En esta nota