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Radiactiva*

Quizá lo olvidamos, pero en Tijuana, todos somos “de fuera”. Esta joven ciudad apenas tiene 128 años de haber sido fundada y a menos que nuestros antepasados sean de las comunidades indígenas endémicas de esta tierra, como los cochimí, cucapá, kiliwa, kumiai o paipai, entonces no podemos presumir de ser 100% bajacalifornianos.

Tijuana en específico es “la tierra prometida” en territorio nacional. Aquí llegamos los que deseamos vivir el “sueño mexicano”. Somos aquellos que huimos de nuestra tierra natal, en busca de una segunda, tercera o última oportunidad. Aquí nadie llega por gusto o placer, llegamos obligados o con hambre de crecer.

Ahora llega a esta bendita tierra la Caravana Migrante proveniente de Centroamérica. Ante su arribo, se ha generado a nivel local una gran polémica, pues el Gobierno de Estados Unidos anuncia que no habrá de darles asilo político, como la mayoría de ellos pretende, y sugiere que si México no resguarda su frontera Sur, entonces que sean las autoridades mexicanas las encargadas de protegerlos, asistirlos y darles asilo. Y al ser nuestra culpa: ¡Imposible es negarse a lo sugerido!

Ante semejantes hechos, ahora a nivel local surge un gran debate: ¿Debe Tijuana hacerse cargo de los refugiados o deben nuestras autoridades apoyarse en los órganos federales para deportarlos? Las encuestas en redes sociales están muy divididas. Por un lado están aquellos que temen recibir a personas que pudieran representar un peligro para la ciudad, pues se presume que algunos de los migrantes pudieron ser miembros de peligrosas pandillas en su tierra natal y, por otro lado, están los “humanistas”, quienes jamás olvidan que a esta esquina de México todos nos vinimos a refugiar, pues aun siendo mexicanos, nacimos en otro estado. Tan así es, que justificadamente se ha acuñado la frase: “No hay nada más tijuanense que no ser de aquí”.

Por mi parte, tengo una teoría… Difícilmente una persona que arriesga su vida a lo largo de 6 mil kilómetros, para buscar una oportunidad, lo hace con la intención de delinquir o robar. Sin duda habrá quienes hagan fechorías, pero no por su naturaleza migrante, sino por su fragilidad humana, que siempre tiene una parte traicionera y malvada. No obstante, prefiero confiar en el ser humano y tratar a cada cual como me gustaría ser tratado. Yo soy un refugiado de Cuautla, Morelos, que llegó en 1992 y por esta bendita tierra fui bien recibido. Por eso creo que todo migrante debe ser siempre bienvenido.

* El autor es graduado de la licenciatura en Derecho de la UABC,

escritor y conductor de radio.

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