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Casillero

“Igualdad no es quitarles a los ricos para que todos seamos pobres” Anónimo. A través de la historia, la humanidad ha ensayado diversas formas de estructura política y la larga experiencia ha demostrado que la mejor forma de gobierno es la democracia, porque reconoce la igualdad de todos los hombres con base en su dignidad y, por otra parte, reconoce el pluralismo, es decir, la libertad de cada quien de pensar de manera diferente y, por tanto, de alcanzar el bien común de la sociedad por distintos medios. La democracia no es el sistema óptimo, tiene muchas desventajas, pero no cabe duda que es la opción que va más de acuerdo con la libertad humana y es el sistema que privilegia la tolerancia, el respeto mutuo, el diálogo y la vía pacífica para alcanzar el desarrollo. Desde siempre el hombre ha luchado por el poder, porque ha visto el poder como prerrogativa y botín y como una manera de privilegiar la soberbia y el dominio sobre los demás. Baste citar el ejemplo de los faraones en el antiguo Egipto que se presentaban ante su pueblo como representantes de los dioses, o el ejemplo de los césares romanos que se hacían erigir estatuas y obligaban a los súbditos a postrarse ante ellas en señal de adoración. Esta tendencia de obtener el poder como instrumento de dominio produjo en la historia reciente los totalitarismos que provocaron grandes guerras: Fascismo, nazismo y comunismo soviético, que dejaron una estela de matanzas y de crueldades inmensas. En el fondo se trata de lo mismo, lo que se busca es, a veces el poder por el poder y todas las ventajas y beneficios que da al grupo que gobierna. Se ha llegado a la sofisticación de disimular con habilidad los verdaderos propósitos con causas aparentemente nobles y buenas. En realidad, la única razón del poder que se hace Gobierno es propiciar la existencia de las condiciones jurídicas, económicas, políticas y culturales que permitan a cada integrante del Estado cumplir el destino que libremente haya escogido. El poder es para servir y no para servirse de él. Concebido así, el poder del Estado elabora un sistema normativo para asegurar la convivencia ordenada y pacífica de la sociedad. A esto se le llama derecho positivo. Pero una cosa es el derecho positivo y otra es el positivismo jurídico que no acepta más que el derecho elaborado por el Estado, desconociendo al llamado derecho natural. Esta tendencia de negar los derechos humanos como propios de la naturaleza del hombre, es la aceptación de un Estado totalitario que señala de manera arbitraria cuándo debe negar esos derechos y cuándo debe concederlos u otorgarlos a los ciudadanos. Cuando se habla de que un verdadero Estado se esfuerza por lograr la igualdad de todos, esto no quiere decir quitarle a los ricos para bajarlos a la condición de los pobres y que todos terminemos en la pobreza. Se trata de garantizar a todos la igualdad de oportunidades para que cada quien las aproveche y las utilice para su desarrollo. Es, por consiguiente, igualdad de oportunidades para todos. *El autor es asesor empresarial en cabildeo

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