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Vigilia por la seguridad

Cuando desaparece un joven en una tarde o una noche y al pasar de los días nadie sabe dónde está, todos somos víctimas de la inseguridad.

Pepe  Avelar

Cuando desaparece un joven en una tarde o una noche y al pasar de los días nadie sabe dónde está, todos somos víctimas de la inseguridad.

Cuando un niño muere en un tiroteo cruzado entre criminales a plena luz del día, todos somos víctimas de la inseguridad.

Cuando entran a robar a la casa de un vecino no importa el día o la noche, todos somos víctimas de la inseguridad.

Cuando “desaparece” un vehículo de alguna empresa que lo usa para sus actividades empresariales, todos somos víctimas de la inseguridad.

Cuando estás en un balneario disfrutando de las albercas con tu familia y hay un ataque armado entre enemigos criminales, todos somos víctimas de la inseguridad.

Cuando asesinan a sangre fría a una líder empresarial en su negocio después de denunciar públicamente un cobro de piso a la pesca, todos somos víctimas de la inseguridad.

Cuando una joven no puede salir libre y tranquilamente a divertirse por la noche porque la violan y la matan, todos somos víctimas de la inseguridad.

Cuando una madre no puede encontrar ni los restos de su hijo, todos somos víctimas de la inseguridad.

Cuando un niño es arrancado del seno familiar y no lo encuentras, todos somos víctimas de la inseguridad.

Cuando un visitante es asaltado por los maleantes o por un oficial de la policía que debería cuidarlo, todos somos víctimas de la inseguridad.

Cuando matan a sangre fría a dos vendedores ambulantes en su puesto de trabajo, todos somos víctimas de la inseguridad.

Reflexiono todo lo que ha ocurrido en nuestra región en los últimos días y me pregunto: ¿Hasta cuándo vamos a permitirlo? ¿Hasta cuándo lo vamos a tolerar? ¿Hasta cuándo nos vamos a sorprender y empezar a hacer algo? ¿Hasta cuándo?

Algo mal estamos haciendo como sociedad si ya no nos indignamos ante la muerte, ante el robo, ante el despojo, ante la descomposición social. Ya son muchas los actos delictivos y muchas más las omisiones de la autoridad como para mantenernos quietos.

Como sociedad estamos fallando, y feo, cuando nos quedamos pasmados, inermes ante tanta descomposición. Si, el gobierno está fallando también, pero no todo es atribuible a los políticos y sus encargos.

¿Por qué normalizamos creer que algunos policías y algunos jueces sean corruptos?

¿Por qué consumimos la cultura narco en las series de televisión, en la música en nuestras fiestas y queriéndolo o no, ensalzamos la vida de quienes violan nuestras leyes?

¿Por qué vamos y compramos productos robados en los sobre ruedas, las casas de empeño y las recicladoras?

¿Por qué aceptamos el dinero claramente mal habido en nuestros negocios?

¿Por qué normalizamos aceptar a quienes no debemos en nuestras asociaciones, en nuestros grupos de empresarios, en nuestros clubes sociales?

El compromiso por vivir en un país libre, seguro, próspero debe ser de todos. Es una tarea conjunta que hay que hacer con los grupos intermedios de la sociedad, con las cámaras y asociaciones empresariales, con los funcionarios temporales de gobierno (todos lo son) y con el compromiso personal de cada uno de nosotros. El reloj avanza y se nos acaba el tiempo. ¿Ya nos dimos cuenta que vamos hacia un precipicio?

  • *- El autor es empresario, turistólogo y un enamorado de su ciudad.

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