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De Tonantzin a Guadalupe

En México, el culto a la Virgen de Guadalupe, va más allá de lo religioso.

En México, el culto a la Virgen de Guadalupe, va más allá de lo religioso. Es un sentimiento profundo de nuestra conexión con lo espiritual. Es la muestra más palpable del contacto que tenemos los mexicanos con nuestro universo cósmico. Para comprender un poco más esto, podríamos referirnos a De Chardin, que decía que “no somos seres humanos viviendo una experiencia espiritual, sino que somos seres espirituales viviendo una experiencia humana”. Un ejemplo simpático del fenómeno guadalupano es el de que un día le preguntaron al famoso pintor José Luis Cuevas, si realmente era ateo como siempre afirmaba; y su respuesta fue que sí; pero eso sí, cien por ciento guadalupano. Solo los mexicanos creyentes comprendemos esto.

Cuenta la historia, que, en el cerro del Tepeyac, en la Ciudad de México, se veneraba una diosa cuyo nombre era Tonantzin (en náhuatl: ‘nuestra madrecita venerada’). Tonantzin refiere a un título que incluye a distintas diosas madres del panteón mexica, que unifica distintos cultos. Debido a ello, Tonantzin también está superpuesta a las siguientes diosas: Omecíhuatl: Diosa primordial y creadora del universo. Toci: Diosa de la salud. Cihuacóatl: Diosa de la vida y la muerte. Coatlicue: Diosa de la fertilidad.

México Desconocido (MD) nos dice: “Para entender el culto, hay que acudir al libro Nican Mopohua, que significa “aquí se relata”, que habla de las apariciones marianas.

El texto fue escrito por Antonio Valeriano, quien, según la leyenda, escuchó el relato de la viva voz de Juan Diego”. Recordemos que este tipo de asuntos es para creyentes. Cualquiera que piense diferente, está en su derecho, pero también en la obligación de respetar. Tanto mexicano guadalupano no puede estar equivocado.

De acuerdo con el doctor Miguel León Portilla, Antonio Valeriano estudió con los franciscanos de Tlatelolco. Era de Azcapotzalco. Podía escribir tanto en náhuatl, como en castellano y latín. Destacó como funcionario virreinal. No era noble. Su poder y educación, por tanto, fueron posibles gracias a su cercanía con la corona. Sin embargo, en el asunto guadalupano, Valeriano disputó con sus maestros franciscanos.

Sobre el nombre Tonantzin o Guadalupe, Bernardino de Sahagún comenta: “Todos decían ‘vamos a la fiesta de Tonantzin’; y ahora que está la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, también la llaman Tonantzin”. El lenguaje de Valeriano terminó por hacer una transportación del antiguo culto a Tonantzin sobre la nueva imagen mariana” (MD).

En sus apariciones, para auto nombrarse, Nuestra Señora usó el término náhuatl de coatlaxopeuh, el cual es pronunciado ‘quatlasupe’ y suena extremadamente parecido a la palabra en español Guadalupe. Coa significando serpiente, tla el artículo ‘la’, mientras xopeuh significa aplastar. Así Nuestra Señora se refirió a ella misma como ‘la que aplasta la serpiente’.” A los frailes españoles, les pareció fácil nombrarla Guadalupe.

En el siglo XVII el culto guadalupano y el Nican Mopohua tuvieron un nuevo aire a manos de los criollos, quienes finalmente le dieron un giro nacionalista que se expresó como símbolo de la Independencia.

*El autor es asesor administrativo, presidente de Tijuana Opina y Coordinador de Tijuana en Movimiento.

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