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La revolución de los ahorcados

Toda crisis que se presuma revolucionaria, por tanto capaz de vulnerar el estado de cosas establecido impone, sobre la historia antes dominante, una sustentada en hechos reales.

Toda crisis que se presuma revolucionaria, por tanto capaz de vulnerar el estado de cosas establecido impone, sobre la historia antes dominante, una sustentada en hechos reales, como en otros versados en el imaginario de los vencedores: “la historia- escribió Gramsci- resulta del consenso, pero principalmente, de la correlación de fuerzas…” determinándose así él porqué los acontecimientos, actos heroicos o triunfos son escritos y elevados hasta lo incuestionable de parte de quienes detentan mayor fortaleza sin importar, obviamente, las mentiras o verdades a medias difundidas y defendidas.

Precisamente para delimitar el pasado histórico de la Revolución Mexicana es menester recurrir, peregrinar, entre una interminable fuente de textos que afines o contradictorios entre sí, brindan los argumentos que permiten ubicar las tendencias políticas, sociales o militares antiporfiristas para, de forma sobresaliente, dar cuenta de los hondos desacuerdos y disputas sostenidas entre las agrupaciones revolucionarias, que aparte de plasmarse en proclamas o cambio de régimen, los ejércitos acaudillados por unos y otros hicieron del reproche y choque armado la vía para llegar al poder.

Imposible reducir en el presente Postigo, así fuese un esbozo, el sinuoso proceso de aquel histórico movimiento, no obstante, y para no perder la huella de sus protagonistas claves, retomaremos la narrativa dejada en infinidad de libros, películas, periódicos o canciones que ilustran el exterminio de los caudillos en cuanto a modo de tipificar el arranque, transcurso y desenlace de la Revolución que como se ha divulgado hasta el cansancio, fue la repetida presidencia de Porfirio Díaz e impedida participación electoral de agrupaciones distintas al poder, control y monopolio político-económico del Porfiriato lo que, al fin, significó el sepulcro de la dictadura.

Convertido en un lastre el viejo y gastado régimen; la consigna por la no reelección, el sufragio efectivo y una candidatura común unieron fuerzas en apoyo a Francisco y Madero cuyo triunfo y presidencia resultaron efímeras pues en corto tiempo fue víctima de un cuartelazo militar: Madero murió a balazos… la cosa se puso mal. Fracasado el ensayo democrático, las diferencias entre revolucionarios pasaron de la sorpresa al enojo persuadidos de colocar las armas por encima de las urnas: Zapata murió a balazos… la cosa se puso mal. Sin embargo la reyerta nunca durmió y el espíritu ambicioso mucho menos encañonándose, unos a otros, los propios compañeros de armas: Felipe Ángeles murió a balazos…la cosa se puso mal. En la misma línea y como cosa irrefrenable: Carranza murió a balazos… la cosa se puso mal.

Ya entrados en la cacería de revolucionarios y para no dejar cabos sueltos: Villa murió a balazos…la cosa se puso mal. De allí que la anunciada “luna de miel” estaba por llegar; el gatillo tronador volvió a las andadas: Carrillo Puerto murió a balazos… la cosa se puso mal. Ensimismado con la certidumbre de haber liquidado a los espíritus malos de la Revolución: Obregón murió a balazos… la cosa se puso peor: genocidios, guerra sucia, desigualdad social. Hoy el PRI y cómplices continúan festejando su Revolución…

*- El autor es diplomado en Periodismo por la UABC.

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