El verdadero alcance del veneno de abeja contra el cáncer: ciencia más allá del titular viral
Un estudio australiano revela resultados prometedores en laboratorio, pero aún lejos de convertirse en tratamiento clínico.

En los últimos años se ha viralizado la afirmación de que el veneno de abeja puede destruir células de cáncer de mama en solo una hora, lo que ha generado esperanza y expectativas entre el público. Esta idea proviene de un estudio real publicado en 2020 por investigadores australianos, quienes descubrieron que el veneno de la abeja melífera es capaz de eliminar, en condiciones de laboratorio, células agresivas de cáncer de mama como el triple negativo y el enriquecido con HER2. Sin embargo, estos hallazgos deben interpretarse con cautela, pues se realizaron in vitro y en modelos de ratón, no en humanos, y aún existen muchos pasos antes de pensar en un tratamiento clínico.
El poder anticancerígeno proviene de la melitina, una molécula que constituye cerca de la mitad del veneno de la abeja. Esta actúa por una doble vía: perfora físicamente la membrana de la célula cancerosa hasta colapsarla y, además, interfiere con rutas de señalización esenciales para la proliferación tumoral, específicamente las relacionadas con EGFR y HER2. También se demostró que esta molécula podría aumentar la eficacia de otros fármacos al permitir su entrada más directa a la célula.
La investigación también reveló que no todos los venenos son iguales; mientras que el de la abeja melífera tuvo efectos consistentes sin importar su lugar de origen, el veneno del abejorro no tuvo actividad contra el cáncer, pues no contiene melitina. Esto refuerza la importancia de este compuesto específico como el foco real de estudio y posible desarrollo farmacológico.
Finalmente, los científicos advierten que estos resultados no deben confundirse con terapias alternativas como la apiterapia, que aplican veneno crudo sin control y han provocado reacciones alérgicas graves e incluso muertes. El avance reside en la investigación de moléculas purificadas y controladas, y no en el uso directo de picaduras o extractos no regulados. Aunque los descubrimientos son prometedores, todavía queda un largo camino antes de que puedan traducirse en tratamientos seguros y efectivos para pacientes humanos.
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Con información de Science Alert, UCLA Health y Pharmacy Times.
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