Extrañas señales bajo el hielo de la Antártida: 20 años después, la ciencia aún no tiene respuestas
En el corazón helado de la Antártida, un experimento de alto vuelo impulsado por la NASA encendió una incógnita que, casi dos décadas después, aún no tiene respuesta.
En el corazón helado de la Antártida, un experimento de alto vuelo impulsado por la NASA encendió una incógnita que, casi dos décadas después, aún no tiene respuesta. En 2006, se lanzó ANITA (Antarctic Impulsive Transient Antenna), un ambicioso proyecto diseñado para detectar neutrinos, partículas subatómicas fantasmales que rara vez interactúan con la materia. El plan era simple en apariencia: usar antenas montadas en un globo estratosférico para cazar estas diminutas mensajeras cósmicas desde 37 kilómetros de altitud.
El entorno antártico era ideal: una vasta extensión sin interferencias humanas, con un lecho de hielo puro que actuaría como un espejo natural para las señales. Cuando los neutrinos golpean el hielo, generan una estela de ondas de radio —la llamada “lluvia de hielo”— que ANITA podía captar. Durante cuatro vuelos entre 2006 y 2016, la misión acumuló valiosos datos para la física de partículas. Pero lo que ANITA encontró fue mucho más desconcertante que lo que se propuso buscar.
Señales que vienen de abajo... ¿y del pasado?
Dos eventos registrados —uno en 2006 y otro en 2014— mostraron señales que no deberían existir. A diferencia del patrón esperado, en el que las ondas llegan rebotadas desde la superficie, estas parecían surgir desde abajo del hielo... como si algo emergiera de las profundidades terrestres, desafiando todas las leyes conocidas. El ángulo de entrada era casi horizontal, alrededor de 30 grados, imposible si la señal proviniera del espacio.
¿Por qué imposible? Porque para que una onda de radio atravesara varios kilómetros de roca sólida desde el otro lado del planeta hasta emerger por la Antártida, debería desafiar las propiedades físicas de cualquier partícula o radiación conocida. Las señales comunes simplemente no pueden cruzar ese espesor sin desvanecerse.
¿Neutrinos imposibles o partículas nuevas?
Durante años, la comunidad científica intentó reconciliar estos datos con teorías existentes. Algunas hipótesis apuntaron a supernovas cercanas como posibles fuentes, pero ninguna explicación cubría ambos eventos. Stephanie Wissel, investigadora del proyecto, explicó que los neutrinos son tan comunes que miles de millones atraviesan nuestro cuerpo cada segundo, pero su detección individual sigue siendo extremadamente difícil.
A pesar de los esfuerzos, ningún modelo actual ha logrado encajar las piezas del rompecabezas. Incluso teorías más arriesgadas, como la existencia de nuevas partículas aún no descubiertas, han sido puestas sobre la mesa, indica Xataka.
Más allá de ANITA: el siguiente paso
Aunque ANITA completó su última misión en 2016, sus misteriosas anomalías no quedaron enterradas bajo el hielo. Por el contrario, sirvieron como catalizador para una nueva misión: PUEO (Payload for Ultrahigh Energy Observations). Este nuevo experimento, aún en desarrollo, utilizará una tecnología mejorada para seguir buscando respuestas a lo que ANITA dejó sin resolver.
Si las próximas observaciones confirman que esas señales no fueron errores ni coincidencias, el descubrimiento podría abrir una puerta a una nueva rama de la física, desafiando el modelo estándar y llevando nuestro entendimiento del universo a un terreno completamente inexplorado.