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Viviendo el duelo

Maritza tenía 17 años cuando tuvo un accidente automovilístico.

Por Denise Ramos

Maritza tenía 17 años cuando tuvo un accidente automovilístico. Ella era una joven hermosa. Caminaba por los pasillos de la preparatoria y todos volteaban a verla, pues tenía piel como de porcelana, ojos enormes con sus pestañas largas, perfectas, su cabello oscuro y largo y también tenía un cuerpo envidiable. Aunque tenía muchos pretendientes, ella solo tenía ojos para su novio, Alejandro, quien estaba super enamorado de ella. Lo tenía todo, una familia que la adoraba, dinero, viajes, todo lo que cualquier jovencita podría querer.
Un 19 de diciembre de 1998 su novio la invitó a cenar. Ella salió con un vestido muy lindo que resaltaba su hermosura. Apenas habían avanzado dos cuadras, cuando una persona se pasó un alto y se estrelló justo de su lado. Ella quedó inconsciente al recibir el golpe.
Cuando despertó estaba en el hospital. No sentía sus piernas. Entonces se enteró que el golpe le causó una sección de médula espinal. No podía caminar. Ella estaba en shock, en negación, esto tenía que ser un sueño, una pesadilla de la cual quería despertar. ¡No era posible que eso le estuviera pasando a ella! Intentó pararse, pero aunque su mente le daba la orden a sus piernas para que se movieran, sus piernas no respondían. Entonces le cayó el veinte, no había sido un sueño, lo que quería que fuese mentira era real. Un joven en estado de ebriedad había estrellado su carro justamente del lado del pasajero, donde estaba ella. El auto de su novio quedó destrozado, todo el golpe recayó en ella. Su novio Alejandro estaba bien. Entonces ella empezó a sentir mucha ira, con todos, con el borracho que se pasó un alto, con su novio por no haberla cuidado, con Dios porque lo permitió, con todos los que sí podían mover sus piernas. Empezó a buscar diferentes opiniones de médicos de todo el mundo para que la ayudaran a recuperar la movilidad de sus piernas. También buscó curanderos y espiritistas, pero nada parecía funcionar. Estuvo en depresión unos meses, sin querer vivir, sin tener ilusiones. Pasó un año de su accidente y fue a visitar el lugar donde había perdido su capacidad de moverse sola sin silla de ruedas. Ese día decidió dejar de vivir lamentándose, ese día decidió dejar de vivir odiando a los culpables, ese día decidió responsabilizarse por vivir lo mejor que podía con lo que sí tenía que era su vida. Ese día soltó, perdonó y aceptó su nueva realidad. 
Al igual que Maritza todos los que vivimos una perdida pasamos por estas fases del duelo y es normal sentirlas porque es parte de sanar emocionalmente.
La única forma de salir del duelo es atravesándolo.

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