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Vamos a desaprender

En medio de la discusión nacional es momento de reflexionar sobre por qué hemos llegado a este punto de la violencia contra la mujer.

(Primera de tres partes)

En medio de la discusión nacional es momento de reflexionar sobre por qué hemos llegado a este punto de la violencia contra la mujer. Las posturas están claras: Las mujeres que les asiste la razón para salir a protestar el próximo 9 de marzo bajo el lema #ElNueveNingunaSeMueve y la parte oficial que se opone a este paro, que encabeza el presidente Andrés Manuel López Obrador, su Gobierno y partidarios específicamente de Morena. Quiero contribuir al debate desde una autocrítica y propuesta que genere distención. No más encono y enfrentamientos. Es momento de desaprender lo que aprendimos muy bien, pero está muy mal. Hay que decirlo: Crecimos bajo una sociedad y sistema machista de educación. En donde la pornografía era parte de la formación del hombre. Donde la prostitución se veía como una forma recreativa. Donde el ego se inflaba al contar las historias con las novias y mujeres en vida de los hombres. En donde el amor se medía por la belleza de la mujer. Donde el “Don Juan” era aplaudido. Justificado. Parte de la identidad mexicana bajo el adagio “Así son los hombres”, “el hombre no llora”. Bajo la educación de la televisión mexicana: En la época de los ochenta, Televisa, única en el mercado, nos recetaba el catálogo de películas “La cosecha de mujeres”, “Super Chile”, “Juan Camaney” y muchas más que eran consumidas y aplaudidas en los hogares. Aunado a esta programación la radio se encargó de abrir la puerta a todo tipo de corrido ranchero, cumbias, y cualquier género musical machista que fue bailado, cantado y aplaudido en cada fiesta o reunión. Pero, poco a poco, ese consumo visual y auditivo incrustó un comportamiento social que, en la mayoría de los casos, causó daños irreversibles: Nos hizo ver de una manera morbosa a la mujer. Engendró perversidades sexuales en todos los niveles. En mi niñez acceder a un contenido pornográfico era una actividad secreta que podía durar días. Los videos HSVC estaban muy bien guardados en las casas. Nos juntábamos a ver una película y era a escondidas. Un logro. Tener una revista con imágenes sexuales era lo mismo. Era tan común el consumo de pornografía o bien idolatrar contenido que enalteciera la práctica sexual, que el término Deep Throat, “Garganta Profunda”, con el que fue bautizado Mark Felt, el agente del FBI que le proporcionó información fuera de libreta a Bob Woodward y Carl Bernstein, proviene de una película de contenido sexual que lleva dicho nombre. Hoy todo eso está a la alcance de un click. Si tienes WhatsApp puede llegarte lo que quieras. Qué decir de la formación machista: “A la mujer ni todo el amor ni todo el dinero”. Ya de adulto descubres que en el hogar se debe llevar todo el amor y el dinero. Me quedo tal vez corto. Faltaría diseccionar la columna vertebral: El hogar. La influencia, formación, del padre y la madre en el hijo. Ahí está la explicación. Cadenas generacionales que hemos arrastrado sobre malos comportamientos que deformaron la masculinidad. Lo que describo nos dibuja de cuerpo entero a una generación de hombres, la mayoría, que crecimos desgraciadamente bajo esas normas que marcaron, construyeron y mantienen el machismo mexicano. Es momento de desaprender. De darnos cuenta que eso estuvo, está mal. De aceptar que hemos sido parte de una decadencia social; formados en ambientes contaminados que nos hicieron la sociedad que somos. Nunca es tarde para cambiar. El primer paso es admitir y querer ser mejor persona. Es lamentable que no se quiera ver desde el poder, en cualquier ámbito, la gravedad de la violencia contra la mujer. Pero debe haber espacio para la reconciliación. No generar odio. Es aquí donde todos debemos hablar en nuestras casas, escuelas, reuniones familiares, de amigos, medios de comunicación de este tema. Es aquí donde las autoridades deben profundizar en campañas para tener más conciencia, en castigar el maltrato y toda forma de violencia contra la mujer. Así como tampoco es sano generar misandria. Estamos en un momento de la historia de dar un giro. De vernos a las caras y ver qué debemos dejar de hacer. De sentarnos hombres y mujeres para crecer en armonía e impulsar un cambio en la sociedad que no le hace bien estar bajo pleitos permanentes. Por eso hay que apoyar el paro nacional. Desde una perspectiva de conciencia, de respeto hacia la mujer en todos los ámbitos. Con justa razón están molestas. En la siguiente columna hablaré de la afectación del contenido violento que impulsan los asesinatos contra la mujer.

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