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Sonora y sus fantasías

Bajo estas premisas, donde en esta pretendida ruta de cambio abundan los altibajos (y seguirán ocurriendo, pues así son todos los procesos históricos similares)

A lo largo de estos casi tres años de Gobierno 4T, he analizado sus formas, sus fondos, sus dilemas, sus aciertos y contradicciones. Quienes generosamente me han leído, constatan que valoro la oportunidad de que mis ideas sean publicadas, aparejándola con un riguroso ejercicio de responsabilidad: La autocrítica. Lo hago justamente porque es muy raro que quienes apoyen un proyecto político, públicamente sean capaces de señalar sus fallas y al mismo tiempo propongan alternativas para superarlas. Pero más allá: El estruendo de los aplausos convenencieros siempre impedirá escuchar el sonido de los problemas más sensibles. Esa autocrítica -incomprendida por algunos oficiales y los oficiosos dentro de la 4T- me ha hecho merecer en algunas de esas bien intencionados personas, seriedad y no sonrisas. Sin embargo, se necesita ser mucho más que burócrata -o aplaudidor- para entender en qué consiste un intento por comenzar la transformación de un País. La tarea de revertir daños tan enraizados y tan profundos en la manera de gobernar (y de esperar ser gobernados) es de larguísimo aliento, y con la capirotada de capital humano disponible para entrarle al toro, habrá grandes triunfos y también sendos fracasos.

Bajo estas premisas, donde en esta pretendida ruta de cambio abundan los altibajos (y seguirán ocurriendo, pues así son todos los procesos históricos similares), también acontecen momentos sumamente interesantes, como esta semana con la Auditoría Superior de la Federación (ASF).

Para contextualizar: La labor de la ASF es titánica y su función es doble. En su aspecto técnico nos indica cómo gastan los gobiernos, en qué y por qué. En su aspecto político, este órgano existe para transparentar e irle cerrando las puertas a ese gran daño nacional: La corrupción. Sin embargo, la ASF se ha quedado corta en su trabajo fiscalizador (aun cuando sabemos que una cosa es comprobar robaderas gubernamentales y otra muy distinta es que se inicie una investigación, un proceso judicial y se les castigue) pues a lo largo de los últimos 20 años, la evidencia técnica de corrupción en alcaldes, gobernadores, secretarios de Estado o presidentes es muchísimo menor del daño que realmente han perpetrado. En pocas palabras, hemos visto sólo las puntas de los icebergs de la corrupción, de lo contrario otro gallo cantaría y habría muchos más casos donde los pillos (y pillas) respondieran ante la justicia.

En este sentido, la Auditoría hizo dos anuncios; uno de interés para los sonorenses y otro para el País entero. El segundo consistió en el hallazgo de que la cancelación del Aeropuerto de Texcoco “realmente costó” 332 mil millones de pesos, es decir, 232% más de lo que la 4T nos dijo. Tremendo vuelo que se dieron los factores reales de poder (y los instrumentos que controlan, como partidos políticos y medios de comunicación) que están en contra del lopezobradorismo. La noticia inicialmente fue una joya que debía sumar a la narrativa de impericia y terquedad en este régimen. El detalle con estos temas es que son técnicos y afortunadamente en estas cosas, la palabrería y la demagogia no tienen cabida. Pronto, las deficiencias técnicas en el reporte de la ASF fueron evidenciadas y el titular de Hacienda básicamente exhibió al titular de la Auditoría, que inevitablemente (repito: Por razones técnicas, no retóricas) debió reconocer que no supo sacar bien las cuentas.

En ese contexto y con esta calidad de trabajo, nos percatamos que la ASF había colocado a Sonora como el Estado con menores anomalías en el manejo de sus recursos, durante los años 2017, 2018 y 2019. Básicamente, la ASF envía el mensaje político -por tres años- de que en Sonora no se roba y que se gasta bien. Entonces, estamos en una disyuntiva: Quizá y la ASF sí tiene razón y la 4T es un bodrio… y Sonora es el paradigma del buen Gobierno.

Revisemos esa hipótesis. Hoy, la cuenta pública está al borde de la quiebra técnica; se tuvo que diferir un año el pago a proveedores por más de 3,600 mmdp. Año tras año se contrata deuda. El nuevo hospital general costaría 750 mdp, pero ya lleva 1,421 mdp (y falta equiparlo). Sonora ocupa el último lugar de exportaciones en la frontera, no hay obra pública y estamos en déficit. El Estado tiene su peor momento histórico de inversión extranjera. Tenemos un Gobierno que funciona como agencia de colocación y más de la mitad del presupuesto se va en mantenidos. Desde el 2019, los pasivos estatales -por primera vez- igualaron a los activos. Aumentó la pobreza, mientras en México disminuyó. Aumentó la inseguridad, mientras en México comienza a reducirse. El 86% de los sonorenses -según Inegi- dice que la corrupción es frecuente. En conclusión, Sonora, el Estado cómplice en la "Estafa Maestra" y la Operación Safiro recibió medallitas por la ASF. En el Gobierno estatal “se trabaja tan bien” que cuando públicamente advertí del mundo de fantasía dibujado en el portal 100compromisos.sonora.gob.mx, las autoridades ordenaron tumbar la página y tras mi insistencia (pública), no tuvieron remedio más que subirla de nuevo. Invito a los lectores para que ingresen y auditen los grandes triunfos que el Gobierno estatal afirma haber alcanzado. Que sean los gobernados -desde la polis- quienes tengan la última palabra.

El autor es presidente fundador de Creamos México A.C. y especialista en políticas públicas por la Universidad de Harvard.

jesus@creamosmexico.org

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