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Sólo el pueblo puede salvar al pueblo

Durante la campaña del 2012 apareció una estructura para crear redes de votantes y para cuidar el sufragio el día de la elección: Con bastante ingenio, se le nombró Morena.

Durante la campaña del 2012 apareció una estructura para crear redes de votantes y para cuidar el sufragio el día de la elección: Con bastante ingenio, se le nombró Morena. Esta plataforma lanzó un video musical con una muy pegajosa canción, de cuya letra rescato el título de esta columna. Más allá de la retórica y la demagogia utilizada a lo largo de todo el espectro político mexicano, si de algo estoy convencido es que cualquier nación que aspire a desarrollarse, debe tener en su sociedad a su principal motor. No nos confundamos, los gobiernos son reflejo de todos nosotros; son un espejo de nuestras carencias y de nuestras virtudes, de nuestras debilidades, necesidades e idiosincracia. Es imposible que un pueblo bueno y sabio tenga a una pandilla de ladronzuelos e ignorantes gobernándolo; un Gobierno de virtuosos y honorables es incompatible con una sociedad que respira la cultura de la ilegalidad y el agandalle.

¿Pero para qué quiere al pueblo aquel que aspira a gobernarlo? ¿Sólo para que vote por él y lo vitoree en la plaza pública? ¿Para que lo defienda de sus adversarios? La historia política contemporánea en Latinoamérica nos ha mostrado que así ha sido, con una excepción: El episodio de Lula, en Brasil. Llegó al poder un hombre emanado de las clases obreras, que conocía -porque lo padeció- la explotación a las clases más vulnerables, que sabía del saqueo, de la discriminación hacia los afrodescendientes, de la profunda desigualdad en la sociedad carioca, de la falta de oportunidades y de la crisis -hace casi dos décadas- del modelo neoliberal en aquel país. Pero aquí es donde se pone buena la cosa: Lula sabía también de qué patas cojeaba como ser humano. Cuando uno está en el epicentro de un movimiento que busca el poder y el futuro de muchas personas (grupo político) dependen de uno, es fácil caer en la confusión, en la adulación perversa de los advenedizos que sólo van por el poder personal. Es sumamente difícil, en un escenario así, no creer que uno monopoliza la verdad y la razón y que aquellos que ven el mundo con óptica distinta, están equivocados o son enemigos. Lula sabía cuánto sabía… pero sobre todo, cuánto ignoraba; sabía lo que no había funcionado para Brasil y hacia qué dirección debía transitar aquella nación para progresar. Esta extraordinaria condición de conocer sus propias limitaciones (pues no era ni un especialista ni muy culto) le permitió rodearse de las personas adecuadas, que sabían quién mandaba… pero sabían también que tenían la libertad para conducir la nave de su respectiva responsabilidad, a buen puerto. 

Uno de esos personajes fue quizá su más feroz crítico: Roberto Mangabeira Unger. Los argumentos esgrimidos por Unger calaban por dos motivos centrales. Por un lado, es uno de los pensadores más lúcidos de nuestros tiempos, con una sobrada autoridad para expresarse. Por otro, desnudaba con toda claridad las problemáticas centrales de la administración de Lula: La corrupción en algunos personajes que rodeaban a ese titán de la política… y sobre todo, la evidente falta de honestidad intelectual frente a varios retos críticos que se enfrentaron. ¿Y qué hizo Lula, ante este personaje? No lo tildó de adversario, mucho menos de conservador o de beneficiario de aquella rancia oligarquía carcinógena (hoy, de vuelta con Bolsonaro). En lugar de caer en esos errores, le creó especialmente el Ministerio de Asuntos Estratégicos y Unger, a la postre, fue conocido como “El Ministro de las ideas de Brasil”. Este personaje no había sido contaminado por la grilla brasileira, y tenía un perfil completamente ciudadano. Lula supo entender que si se le criticó era porque se estaba equivocando y el ruido lisonjero de los paleros impedía que se corrigiera el rumbo.

En términos simbólicos, hoy es un día especial para México puesto que AMLO rinde su primer informe. Pero también es especial para los sonorenses, pues coincidentemente, el Presidente y parte importante de su comitiva, estarán en nuestra tierra. No necesito decir qué ha dado resultados y qué no, pues gracias a la conectividad y acceso a la información con la que contamos en México, el Sol no puede taparse con un dedo. En el remotísimo caso de que este mensaje pueda llegar a él, le digo lo siguiente: Presidente, genuinamente busque el apoyo de las voces -que también son pueblo- que le ayuden a sacar el buey de la barranca.

Desafortunadamente, no están en las votaciones a mano alzada ni en las porras en redes sociales. Porque tenían que trabajar, esas voces no estuvieron en los mítines ni moviendo gente en la campaña ni pegando calcomanías ni peleándose en los congresos, pero votaron por usted. Hay una parte del pueblo que critica, pero que también piensa y construye… y que necesita -y desea- que a usted y a todos nosotros nos vaya bien. Sólo el pueblo puede salvar al pueblo.

POSDATA

El 18 de febrero, en el despacho presidencial de Palacio Nacional, se recibió un paquete de propuestas estratégicas en materia de seguridad. Una de las mentes que inspiró dicho documento fue justamente el otrora ministro brasileño. Nunca hubo respuesta.

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