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Por qué fracasan las instituciones

Las instituciones entre otras razones fracasan en base al binomio corrupción-impunidad, a los conflictos de interés no declarados, a diseños excluyentes y patrimonialistas.

Una de las grandes tareas pendientes de la sociedad Mexicana es el disminuir el costo de la corrupción, corrupción endémica que representa un cáncer social, lastre a la economía, un impuesto regresivo, una limitante al desarrollo y justicia, entre otras cosas.

El anuncio de la “jubilación” del ingeniero Jesús Ramón Moya Grijalva, que presentó al Congreso del Estado su renuncia voluntaria con carácter de irrevocable al cargo del Instituto Superior de Auditoría y Fiscalización después de casi cinco años al frente, abre un espacio de reflexión sobre los logros del esfuerzo anticorrupción de los últimos años en Sonora. Ante el juicio de la percepción ciudadana el resultado fue un rotundo fracaso, el cual no me sorprende, dado que desde su concepción fui de los que señalé lo que a mi juicio eran los errores primigenios que lo destinaban al fracaso. El concepto tiene grandes méritos y de lograr un impecable diseño e implementación en la próxima iteración se puede avanzar. Espero y esta renuncia no sirva para retroceder a esquemas anquilosados o de captura de instituciones.

Hace nueve años Acemoglou y Robinson en el icónico libro de Por qué fracasan las naciones, que inicia con el duro contraste de los dos Nogales, Arizona y Sonora, explicaban el fenómeno explicando la debilidad institucional en México así como la existencia de instituciones políticas y económicas de tipo extractivo donde una pequeña elite concentra el poder para beneficio propio.

En México desde la renovación moral de Miguel de la Madrid en 1982 hasta la promulgación de la reforma constitucional en materia anticorrupción de 2015 en el Gobierno de Peña Nieto hemos visto un gran esfuerzo en la creación de instituciones para el combate a la corrupción, todas ellas sin éxito, a juzgar por los números que Inegi y la OCDE nos presentan. El papel de la sociedad civil organizada y académicos en este largo devenir ha sido fundamental, culminando con una propuesta de Ley General de responsabilidades administrativas también llamada Ley 3de3, la cual finalmente fue votada y promulgada con modificaciones que le restaron efectividad.

Cuarenta años después de aquella gran promesa de campaña de Miguel de la Madrid seguimos caminando lentamente buscando llegar a la tierra prometida de instituciones fuertes y un auténtico combate a la corrupción. Nuevamente tenemos que desde la sociedad iniciar la conversación de que mas allá de los super hombres que dicen ser, quienes ostentan el poder político temporal, son instituciones lo que necesitamos, instituciones que debemos insistir y lograr que sean correctamente diseñadas a la primera. Parecería ser que desde la perspectiva de la sociedad estamos como en el mito de Sísifo, condenados a empujar una gran piedra montaña arriba, sólo para ver como vuelve rodando hacia abajo donde nuevamente hay que hacerlo de nuevo. Mientras que por parte de las elites extractivas parecería ser que buscan crear la percepción de la inutilidad del esfuerzo para llegar a ese nivel de resignación como el que en algún momento externo el primer titular del Sistema Estatal Anticorrupción, de “para que denuncio si nunca pasa nada”.

Cuando nos enfrentamos a un fracaso institucional de esta magnitud hay quienes lo justifican con base a la torpeza de los diseñadores, cuando en realidad nos enfrentamos a que quienes los diseñan en realidad son muy inteligentes, o como diríamos, ¡muy vivos!

Inevitablemente detrás de todo fracaso institucional hay quienes ganan, viven y usufructúan de ello, en este caso hay quienes privatizan utilidades y socializan los costos, quienes han hecho de este lento avance a la tierra prometida una gran industria, donde nos prometen cambios lentos, pero con dirección, llevamos 40 años con ese discurso, ¡ya basta! Las instituciones entre otras razones fracasan en base al binomio corrupción-impunidad, a los conflictos de interés no declarados, a diseños excluyentes y patrimonialistas, sin dejar atrás la hipótesis de elemental torpeza y mala fe de quienes sostienen el “ahora nos toca a nosotros”.

Los invito a iniciar la conversación de posibilidades.

Oscar F Serrato Felix es padre de tres, Ciudadano, Empresario, Analista y Optimista.

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