Pensar te puede salvar
Se necesita la valentía y el coraje de defender lo que tu conciencia te indique en lugar de imitar a los demás por evitar ser señalado.
Hanna Arendt es una filósofa alemana del siglo XX, de origen judío, y tuvo la oportunidad de participar en un juicio histórico, el del jerarca nazi Adolf Eichman, quien fuera el arquitecto del holocausto, la plataforma que utilizaron los nazis para aniquilar millones de judíos durante la Segunda Guerra Mundial el siglo pasado. Que ocurre ahí, veamos.
LA OPINIÓN DE HANNA
Durante el juicio Hanna llega a la conclusión de que Eichman es un tipo mediocre, ya que todas las respuestas que da son frases hechas sin razonamiento alguno. Eichman basa su inocencia de que se limitaba a cumplir órdenes del alto mando nazi.
Arendt lo define en sus escritos al respecto de lo que observa en el juicio: Comenta que esta consciente de que existe el mal, el demonio, como lo define la cultura teológica religiosa y como lo fueron los nazis con su holocausto; pero está consciente de que también existe la banalidad del mal, y esto es la falta de pensamiento con respecto a las acciones que cometemos y realizamos en nuestra vida cotidiana. Para resumir la falta de reflexión en el comportamiento del individuo.
EJEMPLOS
Al respecto de esto podemos manejar la situación de una persona que hace bullying a otra, y uno de los integrantes del grupo de la persona que realiza esta acción de atacar a otra está consciente de que eso está mal, pero por no quedar mal o quedar “fuera” del grupo no nada más consiente sino que además también participa en el bullying. Aquí es donde se necesita la valentía y el coraje de defender lo que tu conciencia te indique en lugar de imitar a los demás por evitar ser señalado. A esto precisamente Hanna le llama la banalidad del mal, que significa la falta de pensamiento crítico con respecto a las acciones y decisiones que realizamos.
CONCLUSIÓN
Este aspecto filosófico que hemos manejado en esta colaboración puede tener una aplicación práctica para nosotros, estimado lector. Es la siguiente: Cualquier acción que emprendamos, o decisión que tomemos, debe tener al menos cinco razones que nosotros tengamos para hacerla. Ejemplo: ¿Cuáles son los motivos para no emborracharme? ¿Por qué tengo que hacer ejercicio con frecuencia? ¿Por qué me conviene o no esta relación? ¿Por qué debo comer más sano? En la medida que tengamos razones, y lógicamente válidas, para hacer o no hacer ciertas cosas, en esa misma medida seremos capaces de perseverar en aquello. Y así no caer en la trampa de que porque está de moda, o es tendencia, o todo mundo lo hace, o peor tantito porque en el Internet te lo recomendaron termines haciendo o pensando en cosas que están en tu contra. Y no termines diciendo como dijo Eichman, “Sólo cumplía órdenes”. Y si tienes hijos que todo te cuestionan, nos parece estupendo por parte de ellos, ya que es una manera de que les respondas con razones y argumentos válidos. El problema es que los vas a tener que adquirir, y eso es trabajo y esfuerzo. ¿Te late, estimado lector? No nos resta más que desearte un ¡feliz domingo!
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