Mariguana para todos en México
En este contexto conviene ceder volumen a otra voz que casi no se ha escuchado en este tema, ciertamente porque se ha visto enmudecida por el volumen de la euforia de la campaña permisivista.
Los medios y diversas voces influyentes en el ánimo popular mexicano han dado especial resonancia a la legalización de la mariguana para uso recreativo. Varias iniciativas populares van rápido para atraer los ánimos políticos para aceptar una propuesta de ley para la aprobación legal de la producción, consumo y venta de la mariguana en México con menos restricciones de las actuales. Una de estas iniciativas es CannaMéxico, que en abril de este año celebró su segunda reunión mundial la cual se llevó a cabo en el Centro Fox de San Cristóbal, Guanajuato, ya que el ex presidente Vicente Fox es su principal promotor. CannaMéxico pretende ser una plataforma que muestre el potencial de la industria cannábica en México y Latinoamérica proponiéndose “cambiar criminales por empresarios”. Y por su parte, la rumorología política actual mueve las aguas sobre el tema a fin de tender alfombra para que la legalización recreativa definitiva camine cómodamente. Este conjunto de muestras, expresiones y fuerzas que caminan en el mismo sentido nos hacen suponer que la legalización de la mariguana saltará pronto más allá de su aprobación medicinal a su aceptación legal para fines recreativos. En este contexto conviene ceder volumen a otra voz que casi no se ha escuchado en este tema, ciertamente porque se ha visto enmudecida por el volumen de la euforia de la campaña permisivista. Me refiero a que no hemos puesto el debido volumen a los inconvenientes que en la salud del usuario puede acarrear el consumo cannábico, y no sólo en el consumidor o en el adicto sino en su entorno familiar y social. Independientemente del pensamiento liberal o permisivo sobre la materia -que es otra cosa-, a querer o no el riesgo de las consecuencias negativas a partir del consumo recreativo de mariguana debe ser informado públicamente al menos con la misma intensidad que el ánimo permisivista. La publicidad oficial no debe encerrar paradojas que confundan al pueblo; no puede proclamarse con singular festejo y aplauso el permiso para producir -incluso a “niveles industriales”- distribuir, comercializar y consumir mariguana y por otro lado actuar con disimulo al momento de señalar sus consecuencias deletéreas. Los efectos en la salud son la parte grave de este asunto. No tiene sentido reclamar un empate total entre la legalización del tabaco y del alcohol con la legalización de la mariguana pues el consumo de esta invariablemente busca obtener un cambio en las condiciones mentales del sujeto en tanto que el tabaco no tiene efectos en esa esfera y el alcohol puede consumirse sin la intención de modificar las funciones mentales. Aunque es muy cierto que con gran frecuencia la intención es embriagarse con todas los riesgos adicionales que esto conlleva en el tema de comportamientos violentos y accidentes graves. Sobre la mariguana debemos saber, por lo menos con la misma veracidad y claridad que con el tabaco y el alcohol, sus consecuencias negativas en salud y el Estado tiene responsabilidad en cumplir con su parte en este sentido. Los productos de cannabis no son inofensivos, hoy son más concentrados y potentes que hace unas décadas, promuevan dependencia y son adictivos, predisponen al consumo de otras drogas, alteran la percepción de la realidad física, modifican la claridad del pensamiento, pueden acarrear trastornos de ansiedad, incrementan el riesgo de caer en depresión e incluso de ocasionar deterioro cognitivo y, -más especialmente cuando el consumidor es un adolescente- pueden generar cuadros sicóticos que incluyen distorsión de la realidad e incluso mayor riesgo de esquizofrenia con sus delirios, alucinaciones, etcétera: Todo esto bien documentado. Cuando algo se legaliza, con mucha frecuencia induce a pensar que aquello “no es malo”, que “está bien”. Así pues, el magisterio, los medios, los líderes y asociaciones de opinión médica y de salud mental, las organizaciones de bioética, las madres y padres y el Estado debemos poner cada quien su parte para no inducir a engaño especialmente a los más jóvenes y a los más vulnerables por su baja escolaridad y condición socioeconómica.
Médico cardiólogo por la UNAM.
Maestría en Bioética.
jesus.canale@gmail.com
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