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Los deudos

Entre los dolientes quedan esposos, hijos, hermanos, abuelos, tíos y primos sin hacer de lado a los tantos amigos que habrán sumado en nuestro País como en los Estados Unidos, tal y como suele ocurrir en las familias numerosas.

Rhonita y cuatro de sus hijos: Titus y Tiana -mellizos de apenas ocho meses de edad-, Howard -de doce años- y Krystal, de siete; Dawnay dos de sus hijos -Trevor de 11 años y Rogan de 3; y Christina, de 31 años, fueron los que fallecieron asesinados a balazos en la emboscada de Bavispe, ocurrida a unos 350 kilómetros de Hermosillo, por la mañana del lunes pasado. ¡Dios los tenga! No es fácil para nadie imaginar cuál está siendo la condición de los deudos y cómo habrán de sobreponerse a la tragedia más dolorosa de sus vidas por el resto de los años que les queden, pero no es intromisión y mucho menos cosa inútil, imaginar cómo uno mismo podría superar -que no es olvidar- la mañana de ese día.
Entre los dolientes quedan esposos, hijos, hermanos, abuelos, tíos y primos sin hacer de lado a los tantos amigos que habrán sumado en nuestro País como en los Estados Unidos, tal y como suele ocurrir en las familias numerosas. La agencia de noticias BBC ha recogido unas palabras de la señora Tiffany Langford, muy cercana al grupo familiar de los LeBarón al que pertenecían los fallecidos, y que se expresó así: “Nos amamos y apoyamos mutuamente sin importar nuestras creencias individuales. Nunca había visto tanta fuerza de unidad y amor en una familia tan grande como la nuestra. Esta es la tragedia de nuestras vidas”. Y sí, realmente se trata de una tragedia, pues si ya de por sí la muerte de un ser querido suele cimbrar los corazones de sus familiares y amigos (no por otro motivo se manifiestan el “pésame” y las “condolencias”, que no son sino participar uno mismo en el dolor ajeno), cuánto más dolor será provocado cuando el ser querido muere a la manera de un homicidio doloso y aún más cuando este haya sido perpetrado con tal crueldad y específicamente a mujeres indefensas y personas tan vulnerables como son los niños, incluyendo bebés. En este sentido, el diario Los Angeles Times retoma unas palabras publicadas por la agencia EFE y dichas por Alex LeBarón, familiar de las víctimas:
“Los niños platicaron que sus mamás gritaban aterradas para intentar convencer a estos desgraciados que no les dispararan, pero no lograron nada, los acribillaron sin piedad”. Vimos y escuchamos  la escena de un familiar que declaró frente a las cámaras de algunos noticieros que había casquillos justo debajo de las puertas de las vagonetas, en clara alusión a que los asesinos se acercaron lo suficiente como para dispararles a quemarropa, también a los bebés cuyos cuerpos obviamente no se podrían ver a mayor distancia, significando así que las víctimas fueron rematadas a pesar de su vulnerabilidad y total indefensión. Y para el mayor dolor de los deudos, saber que algunos de los niños y madres fueron quemados hasta su calcinación. Muchos otros en México han sido victimados con tal crueldad, pero lo tristemente peculiar del caso no es que se trate de una posible venganza cantada y menos aún de la doble nacionalidad de los ultimados sino de que se trata de niños y bebés y de sus indefensas madres, a plena luz del día, conviviendo en familia, muy lejos de toda protección. Uno debe preguntarse de dónde tomarán fuerza los huérfanos y los viudos para recuperar el buen ritmo y el buen sabor de sus vidas, la normalidad y la esperanza para sobrellevar en sus recuerdos ese día. Es verdad que la fe nos acerca a la fortaleza y a la esperanza; prácticamente todos los medios coinciden en que la familia LeBarón se ha caracterizado por una fe recia, una vida de trabajo bien lograda y una cohesión entre todos ellos que les ha sido reconocida por quienes los han tratado a lo largo de muchos años. No obstante, también en la maldad hay niveles, a veces incomprensibles, que exigen más esfuerzo y determinación para perdonar en el corazón de cada quien: Aunque parezca imposible, esto no solo siempre es posible sino que siempre es mejor.

jesus.canale@gmail.com Médico cardiólogo por la UNAM. Maestría en Bioética.
 

 

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