Edición México
Suscríbete
Ed. México

El Imparcial / Columnas / Columna Sonora

Largo y endogámico funeral

Fue un funeral muy ajetreado que duró once días, trajo a su familia sujeta a protocolos constantes, de ceremonia en conmemoración, y siempre obligados a ser solemnes y disciplinados.

La reina Isabel II falleció en el castillo de Balmoral, en Escocia hace ya 16 días. De ahí trasladaron el cuerpo por carretera hacia Edimburgo donde se le rindió un homenaje, para luego llevarla a Londres por avión a un velorio prolongado en el Palacio de Buckingham, para a continuación trasladarla a Westminster donde hubo un servicio religioso, y de ahí fueron al Palacio de Windsor donde la colocaron en la cripta real. Por la noche de ese lunes, la familia volvió a reunirse, en privado y con cierto sigilo, para trasladar en ataúd a la capilla de San Jorge, donde reposará al lado de su esposo y sus padres.

Fue un funeral muy ajetreado que duró once días, trajo a su familia sujeta a protocolos constantes, de ceremonia en conmemoración, y siempre obligados a ser solemnes y disciplinados: El mundo los observaba y no podían perder piso en la despedida real.

No se puede negar que doña Isabel fue una figura protectora y elegante para la mancomunidad británica: Su presencia a lo largo de siete décadas fue siempre tranquila, incluso sonriente, poseedora de una cierta valentía discreta que usó para recibir con afabilidad a personajes de lo más disímbolos. Su figura también concedía tranquilidad a su nación durante los periódicos dislates de los funcionarios que la intentaban gobernar. La gente, al parecer, se molestaba con los ministros en turno, se airaba y protestaba, pero para ellos la reina estaba por encima de esas frivolidades de la política. Eso permitió a muchos gobiernos sortear crisis políticas y aprietos incluso de orden personal de algunos funcionarios del reino.

Las exequias también permitieron constatar los lazos de parentesco entre las monarquías europeas, la larga lista de matrimonios endogámicos que constituyen una estrategia para consolidar alianzas y controlar el poder. Para empezar, ahí estuvo el rey Felipe, de España, con su reina Leticia, acompañados por el rey emérito Juan Carlos y su esposa Sofía, de -Grecia. Era una visita oficial, sin duda, pero don Juan Carlos y doña Isabel comparten tatarabuela: Ambos descienden directamente de la reina Victoria de Inglaterra. Y Felipe acudió a despedir a su “tía Lilibeth; y el trato de ella con el ex monarca español siempre fue cariñoso, como a primo menor: “Johnny” le decía.

Y la reina Sofía de España, madre del actual soberano, es hija del que fue rey Pablo de Grecia, nieto de Victoria, y es sobrina de Felipe de Edimburgo, esposo de la fallecida y también de origen griego. Pero doña Sofía también resulta prima tercera de Isabel, por ser descendiente de la misma Victoria. Son primas lejanas, pero entre la realeza los parentescos se cuentan con rigor, y en muchos niveles. Allá es frecuente que alguien afirme, con orgullo y algo de pedantería, ser “prima en sexto grado de la princesa X”, cuando entre nosotros ya el tercer grado nos parece lejano.

Pero a las honras fúnebres regias asistieron otros parientes: Margarita de Dinamarca es hija de la princesa Ingrid de Suecia, hija a su vez del rey Olaf, que casó sucesivamente con dos hijas de la misma Victoria, y es su bisnieta también. Doña Victoria tuvo nueve hijos y 26 de sus nietos se casaron con miembros de la realeza europea. El Kaiser Guillermo II, último emperador alemán y rey de Prusia fue el nieto mayor de Victoria, primo hermano del rey Jorge que la sucedió, y también de la zarina Alejandra Fiódorovna de Rusia, nieta también de Victoria y esposa del zar Nicolás Romanov, ejecutados durante la revolución rusa en 1918. Ellos hubieran sido “tíos” de la difunta Isabel.

A las ceremonias asistieron, además de los que presumen sangre azul, presidentes y gobernantes del mundo entero. Acudió también, representando a México, Marcelo Ebrard, que fue criticado por tomarse un “selfie” durante el evento... plebeyo, al fin, pero con una oportunidad única: De estar ahí, yo también me lo hubiera tomado.

En esta nota