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La disputa por las calles

Hay una avenida que da una idea cercana de la lucha por la memoria en la capital, empieza llamándose Manuel Clouthier, sigue como Agustín de Vildósola, se convierte luego en general Antonio Rosales, luego cambia a Abelardo L. Rodríguez.

Para mediados del siglo XIX las calles de la ciudad aludían más a referencias locales de todo tipo: Calle del Guamuchilar, calle de las Acequias, calle del Cerro, calle del Piojo, etc.

No será hasta que arribe al poder estatal el general Luis Emeterio Torres, chihuahuense de nacimiento, que con el tiempo se llegaría a convertir en el personaje que dominaría la política y las fuerzas militares en la región, además integra a su capital social el matrimonio con una hermosillense perteneciente a una familia con una consolidada red familiar: Amelia Monteverde.

El general Torres, había tenido olfato político para aliarse a Porfirio Díaz, reunía coincidencias en su trayectoria con el régimen que encabezaba el oaxaqueño. En este periodo se reordenaría el espacio público en función de sus intereses, desaparecerían los antiguos nombres para dar paso a la nueva nomenclatura urbana, llegan las calles Guanajuato, Orizaba, Tehuantepec, Comonfort, Benito Juárez y otras. En concordancia con la nueva corriente nacionalista y liberal que se construía en aquellos años.

Torres y su grupo tendrían el dominio de las actividades políticas y económicas, eclipsarían al grupo anterior que encabezaba Ignacio Pesqueira, que no conservaría espacios importantes. Un sonorense de este grupo haría su aparición alcanzando un protagonismo solamente superado por el viejo Caudillo, y que sucumbiría políticamente junto a él con derrumbe del régimen, borrando toda mención pública: Ramón Corral Verdugo.

Como ejemplo de la relevancia de estas acciones, la que fue la principal calle de Hermosillo por mucho tiempo y hoy la conocemos como avenida Serdán, en aquellos años porfirianos sería la calle don Luis.

Esta avenida, nombrada así en alabanza al general Luis E. Torres, ya había acumulado varios nombres desde la fundación del antiguo Pitic: De los Piteros, Real, De los molinos, Alameda, De los Naranjos, María Amparo -en franca adulación a la esposa de Corral-, y don Luis, ya en las postrimerías del porfiriato, al triunfo de la Revolución la avenida se convertiría en Aquiles Serdán.

Tampoco podía faltar una calle que retribuía lealtad al principal personaje político de la época, la antigua calle Tampico será llamada Porfirio Díaz, hasta después del levantamiento armado sería denominada primero: Emilio Vázquez Gómez, antireeleccionista y maderista de primera hora, luego sería renombrada como calle Gustavo Garmendia, en honor al teniente que defendió a balazos a Francisco I. Madero en Palacio Nacional, al momento del cuartelazo huertista y quien después moriría en combate bajo las órdenes del general Obregón en 1913.

Hay una avenida que da una idea cercana de la lucha por la memoria en la capital, empieza llamándose Manuel Clouthier, sigue como Agustín de Vildósola, se convierte luego en general Antonio Rosales, luego cambia a Abelardo L. Rodríguez, después aparece como Eusebio Francisco Kino y termina en Enrique Mazón. Todos los anteriores tienen un pasado con motivos sonorenses excepto Clouthier -desde mi muy particular punto de vista-, a fin de cuentas el panismo de antes y hoy convertido al morenismo fue el iniciador de esta práctica.

En el pasado el cambio iba de acuerdo a una gesta o momento histórico, sin omitir a los lisonjeros que siempre aparecen, pero es evidente que el Gobierno actual quiere imponer una nueva narrativa urbana sin detenerse a meditar que el espacio público no es de su propiedad y ganar elecciones en un país democrático no es comparable a una revolución. Esta práctica que se impone desde el poder, no responde a los deseos de los ciudadanos sino al tamaño de sus limitaciones y resabios. Primero los resultados y luego los símbolos.

Joaquín Robles Linares N. *Ex presidente de la Sociedad Sonorense de Historia, colaborador en temas históricos, políticos y culturales distintos medios de comunicación. Ex funcionario cultural. actualmente dedicado a su práctica privada como odontólogo.

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