La disculpa
El Presidente en el marco de promesas, incapacidad de disculparse y nulas intenciones de hacerse cargo de las consecuencias derivadas de incumplimiento de promesas continúa con una retórica polarizante.
Las promesas y ofertas en la acción de Gobierno, sobre todo en campañas políticas, abundan, es la forma de hacer política, donde sin ningún recato, posibilidades o intenciones de cumplir, quien las hace las tarda más en decir que en olvidarse de ellas. Para que una promesa sea exigible deben de existir las condiciones precedentes a la declaratoria de cumplimiento. Observo que la mayoría de las promesas de políticos carecen del elemento fundamental para que sean exigibles dando espacio para que evadan su cumplimiento, el famoso “nunca dije cuándo”. Quien incumple una promesa debe de un acto de responsabilidad enfrentarlo, declararlo, renegociar su promesa o condiciones de cumplimiento, ofrecer una disculpa y hacerse cargo de las consecuencias y afectaciones a terceros, de no hacerlo el juicio de no ser confiable llega en automático.
Las promesas en materia de crecimiento económico, generación de empleo, inflación, tasas de interés y otras variables macroeconómicas que tanto gustan en campaña, no están dentro de las posibilidades de un gobernante cumplirlas y sin embargo prometen. Por otro lado promesas como: No se va a aumentar la deuda pública del País; No al circo ni a la simulación, Nadie podrá viajar en aviones o helicópteros privados con dinero público; No habrá compras de vehículos para funcionarios y Descentralizar secretarías para promover el desarrollo en todo el territorio nacional, entre otras muchas, están dentro de las capacidades del gobernante su cumplimiento. Sin entrar al análisis de los méritos de cada una de estas promesas, está en la capacidad del gobernante cumplirlas, es cuestión de voluntad y presupuesto.
La promesa presidencial de febrero de 2019 de concluir la carretera de Cuatro Carriles Estación Don a Nogales para mayo de ese mismo año, en eso quedó, en promesa. La promesa de no aumentar la deuda pública, en sólo los primeros cinco meses del año ha aumentado 814,296.6 millones de pesos. La promesa del Gobernador de Sonora de no endeudar, de ahorrar 4,500 millones de pesos sigue pendiente. Promesa diferida, es promesa no cumplida.
Hace tres años inició la Guardia Nacional cumpliendo así una de las promesas de López Obrador: “Se creará la Guardia Nacional, como lo establece la Constitución, para reorganizar e integrar a todas las corporaciones militares y policiacas”. Para lograrlo en 26 de marzo de 2019 se promulgó reforma al artículo 21 constitucional: “… la Guardia Nacional, será de carácter civil, disciplinado y profesional”. El 27 de mayo de 2019 se promulgó Ley de la Guardia Nacional que en su artículo cuarto dice: “La Guardia Nacional es una institución de seguridad pública, de carácter civil, disciplinada y profesional, adscrita como órgano administrativo desconcentrado de la Secretaría (Seguridad y Protección Ciudadana)”. La promesa de sacar al Ejército de las calles así como la obligación de cumplir la Constitución y ley secundaria, en este tercer aniversario enmarcado en una ceremonia castrense el los patios del Colegio Militar con una escenografía al estilo de Albert Speer, en los hechos se repudia y con un gran cinismo se da un paso adelante a doblar la apuesta castrense al anunciar una iniciativa para formalizar lo que en los hechos se da, control militar de la Guardia Nacional.
En la iniciativa que Morena presentó para dar vida a la Guardia Nacional declaraba en su exposición de motivos: “Es esta una medida emergente, de carácter transitorio. Está sujeta a evaluación a los tres años, tanto por el Poder Ejecutivo como por este Legislativo federal”. A tres años de distancia no hay indicios de alguna intención de evaluar. Por su parte el Senado, que aprobó de forma unánime la Ley de la Guardia Nacional, en sus atribuciones de control parlamentario plasmadas en los artículos 96 al 99, la mayoría de Morena no ha permitido ejercer dicho control de forma efectiva en beneficio de la población.
El Presidente en el marco de promesas, incapacidad de disculparse y nulas intenciones de hacerse cargo de las consecuencias derivadas de incumplimiento de promesas continúa con una retórica polarizante, abocado de lleno a lo que es su proyecto más importante, la sucesión presidencial. En este contexto encuentro en la militancia del partido en el poder un silencio cómplice, encubridor, que avala y vitorea. El fenómeno de búsqueda de imponer una religión secular descrito por Raymond Aron donde las verdades del líder no pueden ser cuestionadas en el marco de los “otros datos”, de rituales que dividen entre creyentes y herejes, de revisionismo histórico y futuro utópico es cada día más evidente.
La disculpa no llegará, hay que dejar atrás la indiferencia ante el devenir público, documentarse, participar, levantar la voz y/o apoyar a quienes lo hagan, cuando se observe un sinsentido declararlo como tal, mantener un escepticismo saludable, evitar descalificaciones ad hominem, apoyar buenas ideas y repudiar las malas independientemente de quien vengan. El llamado a la participación en 1946 de Martin Niemöller sigue vigente:
Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista,
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata,
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista,
Cuando vinieron a buscar a los judíos,
no pronuncié palabra,
porque yo no era judío,
Cuando finalmente vinieron a buscarme a mí,
no había nadie más que pudiera protestar.
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