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Jean

Lozada, un personaje tan peculiar, desconcertante y a ratos estrambótico, como puede ser el siglo XIX mexicano.

Leí con la calma de aquellos años, eran los años 70 y Hermosillo vivía otros tiempos; la Guerra Cristera era contada en numerosas páginas por un historiador francés del que nunca había escuchado o leído nada, antes este historiador había llegado a México y se había propuesto escribir sobre aquel tema.

Leí con la calma de aquellos años, eran los años 70 y Hermosillo vivía otros tiempos, la Guerra Cristera era contada en numerosas páginas por un historiador francés del que nunca había escuchado o leído nada, antes este historiador había llegado a México y se había propuesto escribir sobre aquel tema. La Cristiada, se hizo un clásico y desde entonces es uno de los textos de referencia para ese momento crítico en la vida de México.

En otro de sus libros sobre la historia de Nayarit, entre sus páginas descubrí a tropas juaristas en el siglo XIX, combatiendo al lado de Bernardo Reyes y apresando a Manuel Lozada: “El tigre de Alica”.

Lozada, un personaje tan peculiar, desconcertante y a ratos estrambótico, como puede ser el siglo XIX mexicano.

Con los años me llegó la noticia de otro libro escrito por él: Yo, el francés. De inmediato lo conseguí y me encontré con la versión nunca narrada de los soldados que acompañaron a Napoleón III y a Maximiliano en la invasión a México, testimonios que me revelaron una moral de las tropas francesas por los suelos, al darse cuenta del abuso que estaban cometiendo, y además, la versión de los “otros”, tan necesaria para tratar de entender en ocasiones lo inexplicable, un libro excepcional.

Así llegué a otro libro sobre un tema poco tratado en nuestro País, la separación entre la Iglesia Ortodoxa y la Católica-haciendo gala de erudición-, nos lleva de la mano durante siglos y nos descubre personajes, momentos, y uno de los muchos temas del conflicto como el cesaropapismo. Descripción y conducta de una institución milenaria, que intenta explicar la concentración del poder y las contradicciones por las que se enfrentan las dos iglesias. La Gran Controversia, fue un libro iluminador sobre una parte fundamental de nuestra cultura cristiana.

También lo seguí cuando era una voz solitaria que intentaba interpretar una guerra espantosa y cruel como lo fue la guerra entre Chechenia y Rusia, abundó en sus explicaciones históricas sobre el conflicto y sus consecuencias, me hizo interesarme por aquella parte del mundo, castigada por la violencia de los nacionalismos y los fundamentalismos. Con la paciencia y pedagogía del mejor maestro, por distintos programas de radio nos describió lo que pasaba, lo ajeno y distante lo hizo nuestro, en medio de tanta indiferencia y banalidad.

Hace unos años me tocó escucharlo aquí en Hermosillo, en aquella ocasión nos demostró la grandeza de Ángela Merkel y su política de refugio con el olvidado pueblo Sirio. Nos anticipó el problema que hoy tiene Europa y se adelantó a lo que hoy es un dilema nuestro: La migración. En artículos de prensa, en la revista Istor, y en numerosas publicaciones nunca he dejado de leer a Jean Meyer.

Hoy lo veo marchando al lado de los estudiantes del CIDE, defendiendo como siempre lo suyo: La razón; con aquella modestia propia de un gran educador y un hombre de bien, tan lejos de la arrogancia y la alarmante superioridad moral que presumen aquellos que intentan imponer por la fuerza -nunca por la razón-, una ideología y una sola visión.

Qué vergüenza ser el instrumento de la venganza y la sinrazón, qué abyección convertirse en ariete de los complejos y delirios de un autócrata. A lo lejos y sin conocerlo personalmente me uno a esas marchas, y celebro que él y sus alumnos se acompañen.

Este año que inicia, se anticipa el mismo recorrido fatal para la Universidad de Sonora, veremos si hay alguien con ese valor.

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