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Gobernar gobernando

Persistir en el error es una muestra de indecisión y de una obstinación perniciosa, al tiempo esto se convierte en la prueba fehaciente de que no se está preparado para afrontar la complejidad de un cúmulo de conflictos.

Es desconcertante cómo algunos gobiernos no aceptan la realidad ni tampoco la evidencia, suponiendo erróneamente que esto los debilitará o que serán exhibidos como inseguros, sin advertir que las fallas o errores forman parte natural de cualquier ejercicio gubernamental o responsabilidad administrativa.

El mandatario sonorense recientemente declaró que: “A gobernar se aprende gobernando”, frase digna de Perogrullo, que refleja una incomprensión de la difícil tarea de administrar un Estado, que como cualquier actividad profesional -riesgosa y delicada-, requiere experiencia y pericia, pero sobre todo modestia para reconocer insuficiencias.

Persistir en el error es una muestra de indecisión y de una obstinación perniciosa, al tiempo esto se convierte en la prueba fehaciente de que no se está preparado para afrontar la complejidad de un cúmulo de conflictos, que a fin de cuentas es gobernar.

No corregir a tiempo es engañarse a sabiendas, cultivar la autocomplacencia como un seguro detonante de que todo inevitablemente estallará, dejando una rastro de frustración y negligencia, la peor combinación de un ejercicio gubernamental fallido.

Mientras persisten los equívocos y se acelera un deterioro innecesario, se recuerda aquella frase atribuida a David Alfaro Siqueiros: “No hay más ruta que la nuestra”. El mismo personaje que intentó asesinar a un auténtico revolucionario: León Trotsky.

Siqueiros, alucinado por las ideas y resabios vengativos del “Padre de los Pueblos” -como los medrosos aduladores llamaban a Stalin-, fue el instrumento del dictador para intentar matar al sucesor legítimo de Lenin.

Artista con un talento fuera de toda duda, dueño de una narrativa plástica excepcional, donde el color y las formas se transformaban en un relato nacionalista y contestatario novedoso. Desafortunadamente este artista admirable acabó en la cárcel, vilipendiado y negado por la misma izquierda, víctima de su estalinismo dogmático, violento y trasnochado, sin aceptar que se había equivocado.

Para el Estado de Sonora se asoma una apreciable cantidad de oportunidades, esto a pesar que el régimen federal vive otro tiempo -administración que añora a Kalimán y las radionovelas-, sin advertir que el mundo dio un giro hacia el futuro, en el cual las viejas formas, estrategias e ideologías en las que crecimos, han sucumbido ante las realidades incuestionables.

Mientras permanezcamos como una entidad de descontrolada violencia e impunidad, y las autoridades encargadas de ofrecer seguridad no den resultados; no vayan más allá de los buenos deseos, discursos y reflectores, y no logren abatir los nefastos resultados en este campo, aquellas oportunidades y el estado de ánimo general en la entidad no cambiarán.

“El Presidente tutela las esperanzas de un país y nada debe de fracturar su moral; un rol medular es inspirar confianza en su capacidad y habilidad para conducirlo con acierto. Al mismo tiempo la visión de un jefe de Estado no debe necesariamente tener un semblante optimista y amable, pues la solución de todo problema principia por evitar la negación sistemática de su existencia. “En tal sentido, no contagiarse de pesimismo alguno está bien; el problema es cuando no se reconoce que algo pudiese estar mal, pues negar la realidad sólo complica más las cosas toda vez que se pierde el sentido autocrítico y se empiezan a rechazar, incluso las evidencias más tangibles”. (1)

Sería bueno que el Gobernador se releyera, tomara para su administración las palabras de lo que escribió en aquellos años de soledad, cuando abandonó el panismo. Nunca hay que echar en saco roto nuestras propias afirmaciones, aunque los tiempos, amigos y momentos sean otros.

1.- Alfonso Durazo, Saldos del Cambio. Una crítica política de la alternancia. Plaza y Janes. México 2006. Pág. 129.

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