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Entre todos nos salvamos

Espero que cuando la pandemia sea superada, nos sintamos orgullosos de quiénes somos.

En este espacio, alguna vez escribí que ante los problemas que padecemos como País, lo mejor era analizarlos y enfrentarlos con optimismo, pues ante tantas adversidades… si optamos por seguir el ciclo perverso de lo negativo (aunque nos bombardeen a diario de malas noticias) nos volveremos locos. En buena medida, nuestro País ha (sobre)vivido las inclemencias sociales, económicas y políticas debido a la inconsciencia colectiva -el no saber que no sabemos- y curiosamente esa ignorancia ha amortiguado anímicamente al pueblo. Tal vez por ello no sea coincidencia que, viviendo como vivimos, haya encuestas internacionales donde los mexicanos aparecen como una de las naciones más felices.

Soy de los que cree que el desarrollo y el avance cuestan, y a veces cobran una cuota de sacrificio o hasta de dolor. La llegada de AMLO al poder fue consecuencia de un hondo hartazgo colectivo, pero también de un incipiente y frágil grado de consciencia social. La gente que históricamente fue manipulada y engañada, estuvo escuchando (por más de una década) los mantras del tabasqueño respecto a la ineptitud y la corrupción de sus adversarios. Acompañando al repetitivo mensaje del candidato multisexenal, las redes sociales acompañaron esos dichos con copiosa información: Se comprobó que sí fueron ineptos, fantoches y tremendamente corruptos. Esto hizo que el pueblo mexicano abriera los ojos, que valorara más a la información y cómo esta hace más poderoso a su tenedor. Entonces, llegó el 2018 y su resultado electoral.

El 2019, que en términos de gobernanza fue un mal año, hizo que los otrora inconscientes sectores de la población, comenzaran a cuestionar al régimen cuyo líder autodenominó (sin haber empezado aún) al mismo nivel de la Independencia, Reforma y Revolución. Si ese cuestionamiento no es motivo de dicha y de optimismo frente al futuro, no sé qué lo pueda ser. Y si el liderazgo político no escucha, no reajusta, en los pequeños y en los grandes detalles… se arriesga a caer de la gracia de la mayoría. Esta es una de las más esperanzadoras lecciones del fracaso prianista: El clientelismo ya no alcanza cuando la gente -aunque sea poquito a poquito- abre más los ojos.

El tema central que hoy enfrentamos es el binomio de la pandemia y la crisis económica. Irónicamente, este escenario es idéntico al que enfrentarán en breve nuestros hospitales: Llegarán a emergencias los contagiados por el nuevo virus, pero estarán haciendo fila los infartados, los accidentados, los baleados, ante un aparato de salud colapsado. Del mismo modo, aún cuando son dos los problemas que monopolizan la conversación pública, los grandes pendientes ahí siguen y seguirán. No debemos olvidarlo. El tamaño del reto que hoy enfrentamos dejará claro quiénes somos como país y cuál es la estatura de nuestros gobernantes. También servirá para desenmascarar a charlatanes y para darle luz a liderazgos espontáneos que -como siempre sucede- surgirán en medio de la crisis.

LAS ACCIONES DEL GOBIERNO

Las circunstancias están cambiando rápido. El domingo pasado iba a co-escribir mi columna con un investigador de la Escuela de Salud Pública de Harvard, haciendo una crítica a la pasividad del Gobierno federal frente a la emergencia. Pero 24 horas antes, los hechos cambiaron. Esta ha sido la constante en estos tiempos de pandemia. Aplaudo la seriedad y claridad con la que los científicos de la 4T han abordado la situación y lamento que el Presidente haya estirado tanto la liga, haya esperado tanto para finalmente decirle -apenas este viernesa su base más dura (que es la que no cuestiona lo que dice y hace) que hay que quedarse en casa.

Hay una herramienta que activa una serie de protocolos ante esta crisis: La declaratoria de emergencia sanitaria. La ley es bastante clara: Le compete únicamente al Gobierno federal, vía el Consejo de Salubridad General, decretarla y con ello se disparan una serie de protocolos muy específicos, que fueron justamente puntualizados tras la pandemia de la gripe porcina del 2009. La 4T, por las implicaciones económicas que ello generaría, ha hecho todas las maromas posibles para evitar las consecuencias concretas de esa medida y ello ha generado incertidumbre.

Celebro el actuar proactivo del Gobierno de Sonora en medio de este problema. Nadie puede poner en duda el hecho de que urge salvaguardar el capital más importante del que disponemos: El humano. Por eso recibieron el espaldarazo de los especialistas nacionales, concretamente sobre las medidas sanitarias (aunque nadie respaldó las potenciales consecuencias laborales y económicas). Hay que quedarse en casa, sí… lo único que me inquieta, con el decreto emitido por la Gobernadora, es que poderes patronales crean que les permite vulnerar la economía de los que siempre son los más afectados: La humilde clase trabajadora. Me parece que los patrones deberán irse con cautela y asesorarse muy bien pues -como dije- la ley es clara. El decreto del Gobierno sonorense (analizable, y para otra conversación) no implica pagar el salario mínimo ante la contingencia.

Regreso al optimismo. Históricamente los gobiernos se quedan cortos ante las crisis. Es normal, no están entre sus filas los mejores elementos; esos están entre la ciudadanía. Apelo a que en estos momentos difíciles (aún falta lo crítico) salga lo mejor de nosotros. Espero que cuando la pandemia sea superada, nos sintamos orgullosos de quiénes somos.

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