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Días de guardar

El Covid-19 nos ha hecho vivir momentos que serán recordados por muchos años, por generaciones diría.

El Covid-19 nos ha hecho vivir momentos que serán recordados por muchos años, por generaciones diría. Probablemente se le recordará no tanto por su letalidad sino por los estragos que dejará en la economía mundial, en la economía capitalista o mejor dicho en la globalización salvaje promovida desde el FMI y el Banco Mundial. Los datos son inobjetables: El VIH ha provocado hasta ahora la muerte de 36 millones de personas; la influenza española entre 20 y 50 millones; la peste negra entre 75 y 200 millones; la peste de Justiniano, 25 millones. El coronavirus, hasta el día de ayer, ha infectado a 852 mil personas y causado la muerte de poco más de 42 mil.

Aunque falta cruzar el periodo de mayor riesgo y por tanto de mayor propagación, es improbable que el número de afectados se acerque a los registrados en las pandemias referidas. Este escenario se deduciría a partir del siguiente hecho: Las pandemias del pasado se prolongaban por varios años, duración que se relacionaba con la falta de condiciones desde la investigación científica para desarrollar tratamientos adecuados. Actualmente, en cambio, ha trascendido que la vacuna contra el Covid-19 está cerca de liberarse, lo que despeja la incertidumbre sobre las consecuencias sanitarias que tendría la hoy famosísima pandemia.

Pese a que esta perspectiva es menos ominosa si se le compara con las pandemias anteriores, los efectos sobre la economía se antojan de pronósticos reservados. Hasta ahora la destrucción de riqueza medida a partir del desplome del mercado bursátil se estima en más de 6 millones de dólares y el escenario pinta a empeorar pese a las decisiones anticíclicas tomadas por casi todos los gobiernos del mundo. Los analistas más pesimistas estiman que la destrucción de riqueza alcanzará una dimensión comparable con la registrada en la Gran Depresión (1929), por no decir la Gran Recesión (2008-09); de hecho esta quedará como antecedente menor del potencial destructivo que puede generar una externalidad como es ahora la del Covid-19.

En estos días tiene lugar un debate interesante en torno a qué tanto debe pararse la economía para controlar la propagación de la epidemia. El trade off entre sanidad y economía es motivo de un intenso intercambio de opiniones. Hay quienes sostienen que en ese debate subyace un falso dilema habida cuenta de que primero es lo primero, es decir la salud y luego la economía. Sin embargo, hay también quienes sugieren que no deben exagerarse las medidas de control ya que ello, inequívocamente, conduciría a la destrucción de los pilares económicos de un País y del mundo. Los economistas y los empresarios casi casi ponen el acento en el lado financiero del momento, mientras que los políticos, ansiosos por acumular réditos electorales, se inclinan hacia lo políticamente correcto, esto es, a la salud, en una postura inobjetable pero que exhibe cierto desparpajo al soslayar otras opciones que protegen ambas agendas. Aquí lo crucial es actuar con responsabilidad y detener la economía cuando resulta estrictamente preciso para efectos sanitarios; hacerlo antes o después no tendría beneficios ni en lo económico ni en la salud.

Sea cual fuere la postura, una cosa parece inevitable: Los efectos económicos del coronavirus serán profundos, aunque eventualmente la recuperación podría ser rápida. ¿Qué tipo de economía tendremos luego de la pandemia? es un asunto al que vale la pena poner atención y pensar además en el tipo de sociedad hacia el que transitaremos. Es interesante preguntárselo pues a las pandemias del pasado las identifica un común denominador: Todas desencadenaron transformaciones que condujeron hacia un mejor mundo. Ojalá que podamos como sociedad aprovechar esta oportunidad.

La tregua

Una semana muy movida tuvo el presidente López Obrador. En ese marco y ante el agravamiento de la pandemia, ha convocado a sus adversarios a una tregua para enfrentar unidos los estragos de la epidemia, tanto en lo sanitario como en el económico y social. Esperemos que le tomen la palabra.

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