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"Con la salud no se juega"

La salud es inflexible, no sabe de cortesías ni explicaciones: Ella sabe que con ella no se juega. 

Muy conocido es el decir popular que “con la salud no se juega”. El tema del nuestra columna es hoy acerca del nivel de seriedad y limpieza técnica con la que los gobiernos del mundo están abordando el impacto del coronado virus. Un par de casos como ejemplo. El Gobierno español actual está en aprietos. Los ciudadanos lo señalan por no haber actuado oportuna y firmemente y de haber sido “negligente” frente a las precauciones debidas ante la diseminación del virus y se esgrime como principal hecho el haber promovido la marcha feminista del pasado domingo 8 de marzo (8M) la cual se podría haber sustituido por otras muestras no presenciales. Apenas cuatro días después los españoles se vieron urgidos a no salir de sus casas salvo lo indispensable, a cerrar museos, parques, escuelas, universidades y desde ayer también el cierre de restaurantes, bares y cafeterías. A partir de ayer y por quince días el Presidente decretó el “estado de alarma”, que es el recurso más excepcional para el control de catástrofes y que se ha aplicado antes sólo una vez, en 2010, ante la contingencia por una huelga de los controladores aéreos. El estado de alarma faculta al Gobierno para intervenir con rigor en muchos aspectos de la vida social incluso restringiendo los desplazamientos y la circulación de los ciudadanos. La oposición apoyó la medida e incluso propondría su extensión por quince días más en caso necesario a la vez que reclamó al Gobierno su tardía actuación frente a la inminente invasión por la pandemia. La marcha del 8M inevitablemente promovería contagios, pero no era “políticamente correcto” sustituirla o posponerla aunque atendiendo a la realidad científica eso era lo conveniente. Apenas cuatro días después el pueblo, ante la proliferación de enfermos, confirmó que lo mejor -y en buena política lo correcto- era haberla diferido o conmemorar el 8M de una manera alternativa. El otro ejemplo es nuestro: El Presidente de la República comentó que su Gobierno, en relación a la amenaza viral, no exageraría como sí lo hizo el Gobierno en el año 2009 con motivo de la epidemia por el virus AH1N1, comentario que, dadas las aclaraciones pertinentes de carácter exclusivamente técnico, vino a quedar ratificado de motivos políticos. También de compromiso más político que científico fue la explicación que hiciera el subsecretario de salud Hugo López-Gatell al responder a la pregunta de un periodista de por qué el Presidente no seguía las recomendaciones de su propio equipo se salud de no tener contacto físico tan estrecho con las personas en actos públicos aglomerados, respondiendo que era así porque “hay una propensión natural del pueblo a abrazarlo, a besarlo y a tomarse la “selfie”, a veces hasta él tiene que retrasar el camino de sus giras porque no puede desairar al pueblo; y él mismo es un hombre muy generoso y muy cariñoso y también abraza”.  No obstante, esto supone un efecto inconveniente en cuanto al ejemplo que se da a la ciudadanía que igualmente pretendería justificar su desacato a las recomendaciones oficiales por el mismo motivo, dado el rasgo tan efusivo de nuestro temperamento latinoamericano. Se entiende que el subsecretario quedó en aprietos ante la pregunta del reportero y además teniendo al Presidente detrás de él en ese momento. Cualquiera hubiéramos cometido ese error, pero seguramente por esa misma generosidad que caracteriza al Presidente él hubiera sido comprensivo con una respuesta que no lo hubiese exentado de sus razonables compromisos con la salud pública. Los mandatarios de prácticamente todo el mundo, al menos en público, no estrechan manos ni dan abrazos en estos días. La salud es inflexible, no sabe de cortesías ni explicaciones: Ella sabe que con ella no se juega. 

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