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Babel

A juzgar por el estado que guarda la conversación pública en México seguimos sin poder hablar el mismo idioma.

En el relato bíblico incluido en el libro del Génesis se encuentra:

“He aquí que todos forman un solo pueblo y todos hablan una misma lengua; siendo este el principio de sus empresas, nada les impedirá que lleven a cabo todo lo que se propongan. Pues bien, descendamos y allí mismo confundamos su lenguaje de modo que no se entiendan los unos con los otros”.

A juzgar por el estado que guarda la conversación pública en México seguimos sin poder hablar el mismo idioma. No logramos entender, asimilar, comprender y validar el discurso público y privado debido al filtro de la ideología presuntiva del interlocutor o militancia partidista, los espacios de entendimiento se cierran.

Como ejemplo tenemos la visita del presidente López Obrador a Washington donde por la parte oficial se propala los logros de esta visita fincados en base a supuestos acuerdos y por parte de sus detractores se hace un gran análisis de las formas. No obstante que concedo que la forma es importante, el fondo tiene mayor relevancia. El resultado de la visita podrá ser evaluado en su justa dimensión una vez que se den a conocer los acuerdos puntuales a los que se llegaron y estos sean implementados en ambos lados de la frontera.

A nivel estatal nos encontramos con la declaración del gobernador Durazo sobre la intención de asumir deuda por el orden de 1,200 a 2,000 millones de pesos, anunciando haber liquidado la deuda de corto plazo que contrató al inicio de su administración. El hecho incontrovertible es que para llegar a la gubernatura el no contratar deuda fue repetido una y otra vez como promesa de campaña. La promesa sólo duró cuatro días y el 17 de septiembre de 2021 se dispuso de nueva deuda por 500 millones de pesos y 10 disposiciones después a diciembre de 2021 había 2,600 mdp de nueva deuda de corto plazo, la cual según dichos de Alfonso Durazo ya fue liquidada. En el discurso inaugural Alfonso Durazo declaraba que habría “ahorros” por 4,500 mdp con los cuales se financiarían los proyectos de su administración, posteriormente sería con apoyos extraordinarios, esta semana el discurso cambia, es ahora que con una contratación de deuda que se detonarán los proyectos.

La narrativa oficial busca minimizar el rompimiento de la promesa alabando el buen y extraordinario manejo de las finanzas públicas.

Al inicio de la administración de Durazo había una deuda financiera por 22,115 mdp la cual al 31 de diciembre era de 24,699 mdp. A marzo de 2022 el 74.8% de las participaciones federales estaban comprometidas en garantía, la deuda representaba el 109.1% de las participaciones federales y el endeudamiento per cápita era el sexto más alto del País ubicándose este en 9,356.3 pesos. Hacienda complicada, sin duda, lo cual dada la experiencia de 40 años en la administración pública fue incorporada en su discurso de campaña e inaugural.

El Gobierno federal también parte de una promesa de campaña y discurso que continúa hasta hoy de no incrementar deuda, se repite con frecuencia al hablar de los logros del Gobierno federal el “sin endeudarse”. Los ahorros prometidos por parte del entonces candidato López Obrador, en este cuarto año de Gobierno siguen sin llegar y para financiar el complejo entorno económico se está recurriendo a deuda adicional. Los datos oficiales que la propia Secretaría de Hacienda pública arrojan que en 2021 y hasta mayo de 2022, el endeudamiento adicional fue de 1.8 billones de pesos, un 14% de aumento en la deuda del Gobierno federal.

Quienes desde el análisis numérico, partiendo de fuentes oficiales señalamos que hay deuda adicional y que tanto a nivel federal como estatal hay un rompimiento de las promesas de campaña lo fundamentamos en hechos comprobables. Por otro lado encuentro desde una negación de la realidad hasta un contorsionismo cómico para buscar evadir lo que es evidente. Con un mismo idioma, con los mismos datos no podemos llegar a un acuerdo de declarar que lo que es evidente, es evidente.

La deuda por sí misma no conlleva un juicio positivo o negativo, este juicio se puede emitir cuando se conozca el portafolio de proyectos a financiar, si estos cumplen con los requisitos de inversión pública productiva, es decir, aquellas inversiones que redundarán en mayor actividad económica que a su vez provoque incremento en ingresos tributarios que sirvan para pagar los intereses y el capital de la nueva deuda. Las inversiones en mantenimientos, proyectos no productivos o que generan pérdidas en su operación, en obras de relumbrón o caprichos generalmente no conllevan una mayor recaudación tributaria no solamente no deberían de ser llevados a cabo en base a financiamientos, simple y sencillamente no deberían ejecutarse.

No hay que tener temor a decirle a las cosas por su nombre, la promesa incumplida no puede ocultarse en un discurso evasivo. Es válido ante condiciones cambiantes en el entorno el renegociar promesas, lo que no es válido es buscar evadir la responsabilidad por la promesa rota. A los ciudadanos nos toca evaluar el cumplimiento de los gobernantes, no sólo de promesas sino también de su juramento al asumir su cargo. No debe temblarnos la voz al emitir en base datos comprobables a llamar a las cosas por su nombre, no perpetuemos la conversación de Babel donde al bajar de los procesos democráticos cada quien habla su propio idioma y no nos entendemos.

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