Edición México
Suscríbete
Ed. México

El Imparcial / Columnas / Columna Sonora

Ante la incertidumbre, la imaginación

El pasado 31 de marzo, este diario publicó mi reflexión titulada “¿No todo es lo que parece?”. Ahí abordé aquel episodio donde el Presidente pidió a España disculpas por habernos conquistado...

El pasado 31 de marzo, este diario publicó mi reflexión titulada “¿No todo es lo que parece?”. Ahí abordé aquel episodio donde el Presidente pidió a España disculpas por habernos conquistado y la manera en la que se hizo. A partir del día en que se conoció la noticia, los diarios nacionales así como las redes sociales se dieron vuelo para ridiculizar su petición. Porque me niego a pensar que en Palacio Nacional el ejercicio de la política sea tan hueca, tan simplona, tan lineal y vacía, es que establecí como hipótesis -producto sólo de mi imaginación- la posibilidad de que el cuento de la disculpa fuera sólo la finta y que el verdadero mensaje a España es que hay un nuevo sheriff en el pueblo y que la manera en la que se han llevado las condiciones comerciales entre ambas naciones está frente a nuevos términos y condiciones. Ibéricas son las principales inversionistas en materia energética en México; en la construcción, la banca y el turismo no hacen malos quesos. Y vaya que no han estado exentas de escándalos de corrupción. En un descuido aquel país genera más en nuestro territorio que en el suyo (como en la Colonia). En fin, como dije, fue sólo un ejercicio de imaginación y de optimismo… pues qué lamentable sería si nuestro liderazgo, ese que llegó con tanto apoyo popular, y empujado por tanta esperanza y expectativas, se dedicara a quemar cartuchos así.

Sin embargo, frente al problema de la inseguridad y la ausencia de efectividad por parte del Estado nacional para disminuirla, desde hace meses estoy profundamente confundido. Y no tanto por la “estrategia”, que desde diciembre del año pasado advertí -con gran pesar- que no es óptima, sino por la actitud del Presidente ante los malos.

Aludir a sus mamás, los fuchis y los guácalas me parecieron ridículos. Nuevamente, las mayorías se manifestaron en contra; las más pudorosas expresando desconcierto y las más livianas burlándose a gritos. A diferencia del episodio español, en esta ocasión estuve dándole vueltas al asunto durante semanas. Desde hace 10 años, me he especializado en el binomio de seguridad pública/desarrollo social y debido a ello, los elementos de políticas públicas (los “cómos”) presentados por el Gobierno son de sencilla interpretación para mí… y fueron descifrados desde el principio. 

Reflexioné lo siguiente: “Si la parte programática está descubierta (y yo creo que a estas alturas ya quedó claro su grado de eficacia), ¿qué esconde la parte política? ¿Cómo es que el Presidente -en medio del año más violento de la historia moderna del País- puede salir con estas cosas? No puede ser algo tan burdo, tan monótono… pero sobre todo, tan irresponsable. No el Gobierno de la esperanza”.

Desde diciembre -en este mismo espacio- escribí que el Presidente añora demasiado el pasado. De ahí que su visión nostálgica se estacione más (en materia energética, por ejemplo) en la era de Echeverría y López Portillo, que la tecnología de vanguardia, como sucede en los países desarrollados. Escribí que sería desastroso si esa visión, anclada en los setenta y ochenta, la quisiera implementar para pacificar al País. Los paradigmas son completamente distintos: En aquellos años, la lógica era sencilla:

“Esto genera empleo, a los más pobres les cae un dinerito extra, los jefes y su gente no se mete en lo absoluto con la población general, les mandamos mariguana a los gringos y ellos nos mandan dinero”. El problema es que eran cinco cabezas, organizadas entre sí y con la autoridad formal. Tampoco existía consumo local. Tras los avionazos en las Torres Gemelas, Bush le ordenó a Fox que hiciera menos porosa la frontera, a cambio del famoso acuerdo migratorio. Acá se cumplió; allá no. Eso provocó que se quedaran toneladas de mercancía de nuestro lado, que al no haber consumo, no valían. A partir de ahí se generó el poderoso mercado interno, que hoy deja miles de millones de pesos al año y destroza familias. Por el problema que provocó Calderón, el número de organizaciones delictivas también creció exponencialmente. Sería una locura creer que se puede coordinar, desde la presidencia, como se hizo hace 40 años. Por ello descarto -como acto de fe- esta hipótesis.

Mi imaginación me lleva a la siguiente posibilidad. Yo no sé si el Presidente sea un gigante de la estrategia política… pero permitir que golpeen y desarmen a las fuerzas armadas (mientras que los videos se hacen virales), no entrarle de lleno en contra del crimen organizado y tener a la Guardia Nacional en las fronteras sólo hace que las voces (el pueblo) que le piden que haga lo contrario sean cada vez más ruidosas. Tal vez la idea sea generar tal descontento y exigencia social para llegar a un punto donde se orille a la mayoría a exigir acciones contundentes y, dejando atrás las poses gandhianas y pacifistas, un día diga: “Bueno, no soy yo… es el pueblo -ese que jamás se equivoca- el que pide que tenga que darle con todo a los malos”. Y tendría todo el apoyo popular para hacer y deshacer. Hoy, desde aquí, no puedo imaginar qué sucedería después.

Sigue nuestro canal de WhatsApp

Recibe las noticias más importantes del día. Da click aquí

Temas relacionados