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Abnegación

La Real Academia de la Lengua Española la define  como “renunciar voluntariamente a los propios deseos, pasiones o intereses en favor de otros”.

Antier apareció en la sección editorial de este diario un artículo de Leo Zuckermann con el título de “Anacrónica oda a las mujeres abnegadas”, cuyo texto, en mi opinión, podría inducir al lector a confusión acerca del verdadero sentido de la abnegación, más aun viniendo de la pluma de un intelectual mesurado, respetuoso y de razonados argumentos.

El asunto central de su artículo es una protesta por el motivo que indujo a la inscripción del nombre de Margarita Maza de Juárez -esposa de don Benito Juárez- a ser grabado con letras de oro en el recinto del Congreso de la Unión, motivo que fue expresado en el decreto correspondiente del entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz como un reconocimiento a la actitud abnegada de doña Margarita (imagen adjunta) que apoyó y secundó siempre a su esposo a lo largo de prolongadas temporadas de tribulaciones en tiempos por demás difíciles.

Considero que bien vale la pena aprovechar la ocasión para rescatar el valor de la abnegación. Comencemos por decir con claridad qué es abnegación. La Real Academia de la Lengua Española la define como “renunciar voluntariamente a los propios deseos, pasiones o intereses en favor de otros”.

El autor de la definición de abnegación en Wikipedia no podría haber sido más preciso: “La abnegación es un tipo de virtud moral que consiste en el sacrificio espontáneo o por medio de la voluntad de los propios intereses, deseos e incluso de la misma vida en favor de otros o de todos. Es una forma de altruismo que exige autosacrificio o inmolación, y crea, si no es patológica, cohesión social. Se define como un absoluto y espontáneo sacrificio que alguien hace de su voluntad, de sus afectos, de sus gustos o de sus intereses personales por el bien ajeno”.

Abdicar voluntariamente a algo legítimo en favor de otro no es significa ser un segundón y mucho menos un pusilánime; de hecho es todo lo contrario, es ser magnánimo ya que se renuncia a algo que se tiene derecho para beneficiar a otros. Quien -mujer o varón- cede por su propia voluntad su asiento a alguien que lo necesita más no denota rendición ni poquedad, como tampoco la significa el hecho de renunciar a unos planes personales maravillosos y nobles para disponerse desinteresadamente a servir a una necesidad ajena, ya sea de la esposa, del esposo, de los hijos, de los compañeros de trabajo o de un desconocido.

Con frecuencia en nuestro medio se limita la idea de abnegación a la actitud de la mujer como madre, esposa o servidora, pero en realidad el sentido de la abnegación no se queda sólo en esos ejemplos sino que, como sucede en el lenguaje común de muchos otros pueblos, la abnegación ha sido constructora fundamental de paz, convivencia, cohesión y verdadero progreso (material, emocional y espiritual) en muchas circunstancias de ayer y hoy, con frecuencia de manera silenciosa, y es que una característica del abnegado es que no anda por allí cantando ni exhibiendo sus privaciones o renuncias; la calidad de sí mismo como persona no le plantea el reconocimiento público como algo necesario para seguir sirviendo a causas “ajenas” que por cierto y en realidad, el abnegado las convirtió ya en sus propias causas. En muchos casos otro gallo cantaría si hubiera más personas abnegadas.

CV: Médico cardiólogo por la UNAM. Maestría en Bioética. CORREO: jesus.canale@gmail.com

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