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A un año del tsunami electoral sonorense

El arrollador triunfo de AMLO el primero de julio de 2018, vino acompañado por la inesperada victoria de la fórmula presentada por la Coalición Juntos Haremos Historia en la mayoría de los espacios en disputa.

El arrollador triunfo de AMLO el primero de julio de 2018, vino acompañado por la inesperada victoria de la fórmula presentada por la Coalición Juntos Haremos Historia en la mayoría de los espacios en disputa. Este fue el caso de Sonora. Aquí la coalición liderada por Morena, obtuvo las senadurías, siete diputaciones federales, 20 de 21 distritos locales y los ayuntamientos más importantes de la entidad.

Ya habrá oportunidad para analizar específicamente el papel que han jugado las autoridades electas en esa jornada. Hay buenas y malas experiencias, que deberán ser aprovechadas en futuros procesos electorales.

Por lo pronto, las elecciones de 2018 pueden considerarse como una especie de revuelta electoral, algo así como una revolución pacífica. Lo es porque, en principio, prácticamente todo toda la elite política formada en el PRI y en el PAN fue desplazada por el terremoto obradorista.

Apellidos de alcurnia o personajes pertenecientes a las nomenclaturas de esos partidos, fueron derrotados. Minutos después del cierre de las casillas nadie daba crédito a los resultados, menos aún los afectados directamente quienes nunca imaginaron que serían arrollados de forma tan clara y contundente. 

Bastiones tradicionalmente panistas fueron ganados por las candidaturas cuasi ciudadanas presentadas por la alianza morenista. Es el caso de San Luis Río Colorado, gobernado por el blanquiazul durante los últimos 20 años; también de algunas regiones habitualmente tricolores como la sierra y el Río Sonora donde Morena obtuvo la victoria; en Soyopa y Bacadéhuachi, por ejemplo. 

Un factor determinante de la hazaña morenista fue claro la fuerza del oleaje que generaba la candidatura del ahora presidente de México. Sin embargo, no todo se explica con ese sencillo planteamiento.

Hay otros elementos que ayudan a comprenderlo sucedido hace un año: En primer lugar, era evidente  que el voto antisistémico predominaría entre los votantes. El impulso más íntimo del elector fue castigar a quienes, a su juicio, personificaban la corrupción o representaban a un sistema en estado avanzado de descomposición: El PRI y el PAN. De esa manera el sufragio se orientó fundamentalmente al portador de lo otro, lo diferente, lo alternativo. Esta idealización del cambio lo encarnaron las candidaturas promovidas por Morena. 

Bajo esa premisa se desdoblaron varios escenarios: Los candidatos locales que se beneficiaban de la ola morenista ganaron si contaban con buena fama pública o si eran unos perfectos desconocidos. En este caso se les daba el beneficio de la duda.

Perdieron las propuestas de la coalición morenista sólo cuando el aspirante cargaba una temible mala fama. 

En resumen, el tsunami electoral del 2018 alcanzó para que Morena y los partidos coaligados tomaran las riendas de las principales alcaldías sonorenses: En esos municipios vive alrededor del 85% de los sonorenses y producen más del 90% de la riqueza estatal.

Como se dijo arriba no es muy descabellado deducir que la jornada del primero de julio del año pasado constituye una revolución; una revolución consumada con votos, es decir, sin una gota de sangre.

En otra colaboración analizaremos si esta revolución pacífica registrada localmente ha significado una verdadera transformación o si, como algunos sostienen, en la entidad no hay cambios interesantes.

¿Todo ha sido gatopardismo; cambiar para que todo siga igual? Quizá hay algo de eso, aunque también es posible detectar una perspectiva de transformación en ciernes. Veremos. 

 

Inseguridad local 

La inseguridad se está convirtiendo en el coco del Gobierno federal. Pese a los esfuerzos desplegados, los resultados son hasta ahora insatisfactorios; aunque, habría que señalar que algunos indicadores nacionales apuntan tímidamente a la baja.

Esta evolución no se registra en Sonora donde los crímenes de alto impacto muestran un crecimiento importante; los episodios de violencia son cada día más dramáticos y afectan a todas las regiones del Estado especialmente al Sur de Sonora. Urge parar este baño de sangre pues así no se puede vivir. 

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