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A ti te lo digo, mijo…

Insisto esto puede ser el inicio del derrumbe del imperio pejista. Y quienes lo rodean deben observar con atención.

Hay momentos en los sexenios que deciden el papel histórico que va a jugar el Presidente. Carlos Salinas fue marcado por los asesinatos de Posadas, Colosio y Ruiz Massieu. Zedillo por el “error de diciembre” aunque se recuperó un poco con la “concesión” del triunfo a Fox la noche del 2 de julio del 2000. Fox fue marcado por la manera en que se dejó arrasar por Marthita. Calderón por la guerra fallida al narco y Peña Nieto empezó su descenso con la “Casa Blanca de la Gaviota”. Llega el turno de López Obrador, que ha ido de yerro en yerro, hasta ahora blindado por su popularidad. En este momento enfrenta un tema que podría marcar el inicio de su derrumbe porque le pega a la línea de flotación de su discurso y están de por medio sus hijos.

Los políticos con oficio saben que deben cuidar la privacidad de su familia, especialmente cónyuge e hijos. Tuvo que salir la serie The Crown para que nos enteráramos de los hijos gemelos de Margaret Thatcher. Obama siempre estuvo al pendiente de que sus hijas no fueran figuras públicas y las mantuvo alejadas del poder. Chelsea Clinton era buscada, pero jamás se involucró en los asuntos políticos de sus papás. Trump sí le dio poder a su yerno, Jared Kushner, y a su hija Ivanka. No salieron muy bien librados.

Los mexicanos no son muy consistentes. Los que le entienden alejan a sus hijos. Pero otros, en su soberbia, se sienten intocables y no cuidan los detalles. Eso le sucede a Andrés Manuel López Obrador. Cree que su bono de popularidad es eterno y su “base chaira” lo va a proteger para siempre.

El jueves pasado explotó otra bomba. Su hijo mayor, José Ramón, fue exhibido por Carlos Loret de Mola por vivir en una mansión en Houston, con su esposa Carolyn Adams. Obviamente expusieron un conflicto de intereses porque la residencia les fue prestada por alguien que tiene nexos de negocios con Pemex.

La estrategia inicial fue desmentir, decir que no era cierto que hayan vivido en esa casa, porque contraviene todo el discurso presidencial. ¿Cómo está eso de que su hijo vive en la opulencia cuando él pontifica la pobreza extrema, vivir con un par de zapatos, un pantalón de mezclilla y comer algo barato y frugal?

En eso estaban cuando se hizo viral un video del hijo menor de AMLO, Jesús Ernesto, en un “performance” a la orilla de la alberca de la casa del reportaje. Un reguetón malísimo de Bad Bunny y J Balvin. Además de que el niño no tiene gracia, la letra de la canción no es como para que la presuma alguien que todas las mañanas quiere darnos clases de moralidad. Chequen dos fragmentos de la letra: “Que cantamos bien borrachos. Que bailamos bien borrachos. Nos besamos bien borrachos los dos… Pero ya va’n par de cervezas. Y me acordé de cómo tú me besas. De to' los polvos encima 'e la mesa”. ¿En serio?, ¿le permiten hacer público un video donde “baila” algo que habla de alcohol y drogas?

Ya se habla de que otro de sus hijos, Andrés Manuel, el segundo, es el poder tras el trono en la CDMX. Se suponía que ya les había pedido mantener un perfil bajo y estar lejos de la Presidencia. Y la “defensa” que hizo ayer de los lujos de su nuera e hijo lo dejan más mal parado. Quiso hacer un “spin” en su discurso, diciendo que “no todo el que tiene dinero es malvado”.

“En el caso del matrimonio de mi hijo con Carolyn Adams, está complicado meterse, porque al parecer la señora tiene dinero y no tiene nada que ver con el Gobierno, ni un contrato, ni una recomendación, no somos iguales”. Se refiere a su nuera como “la señora”. O no le cae bien o no encontraba la manera correcta de “defenderla”.

Insisto esto puede ser el inicio del derrumbe del imperio pejista. Y quienes lo rodean deben observar con atención. Sus hijos no fueron electos, no tienen porqué aparecer en actos partidistas de Morena en San Luis Río Colorado, como sucedió con el hijo de Alfonso Durazo. Mucho menos que se metan en temas del gabinete. Eso se debe cortar de raíz y de manera preventiva. Es peligroso permitir reflectores a los hijos. Como dirían las doñas de antes: “A ti le digo, mijo; entiéndelo tú, mi nuera”.

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